martes, 23 de mayo de 2017

San Antonio de Padua: 7. ¡No temas! ¡Yo soy tu ayuda!


San Antonio de Padua

Escritos selectos

Selección y traducción: Fray Contardo Miglioranza: O.F.M.C.

Editorial Apostolado Mariano. Sevilla. 1992

Parte 1ª. Vivencias espirituales



7. ¡No temas! ¡Yo soy tu ayuda!


Se lee en el libro del Eclesiástico (24,42) Voy a regar mi Espíritu y embriagar el fruto de mi parte.

El jardín es el alma, en la que Cristo, como jardinero, planta los sacramentos de la fe y la riega, cuando la fecunda con la gracia del arrepentimiento. Se dice también: Embriagaré el fruto de mi parto. Nuestra alma es llamada «fruto del parto del Señor», o sea, fruto de sus dolores, porque Él dio a luz como mujer parturienta, en su dolorosa pasión. Él se ofreció –escribe San Pablo (Hb 5,7)– con gran clamor y lágrimas. Y en Isaías (66,9) dice el Señor : Yo que abro el seno materno ¿no daré a luz?

Él exalta el fruto de su parte, cuando con la mirra y el áloe de su pasión mortifica los deleites de la carne, para que el alma, como embriagada por las cosas temporales. Dice el salmista (64,10): Oh Señor, visitaste la tierra y la embriagaste.

Además, Él es de mano fuerte y nos hace progresar de virtud en virtud, y esto sucede para los que sacan provecho. Y dice en Isaías (41,13): Yo soy el Señor tu Dios que toma tu mano y te dice: «¡No temas! ¡Yo soy tu ayuda!».

Como la madre amorosa toma con su mano la del hijo pequeño, incapaz de subir, para que pueda subir en pos de ella, así el Señor aferra con su mano piadosa de la del humilde penitente, para que pueda subir por la escala de la cruz hasta el peldaño más alto de la perfección, y así merezca un día ver al Rey en todo su esplendor, a Aquel a quien desean contemplar los ángeles (Is 33,17; 1Pe 1,12).
Nuestro bondadoso y misericordioso Señor, que da a todos abundantemente y sin reproche (St 1,5), nos dio el oro, o sea, la sagrada inteligencia de la divina Escritura: Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras. (Lc 24,45); un entendimiento purísimo, purificado de toda hez y de toda escoria herética.

(Prólogo de los sermones: 1,2)

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