Beata Ana Catalina Emmerick
Tomo II
Según las anotaciones de Clemente Brentano
Bernardo E. Overbeg y Guillermo Wesener
Ciudadelalibros 2012
46. Señales en
Jerusalén, en Roma y en otros pueblos.
Esta noche vi en el templo a Noemí, la maestra de María, a
la profetisa Ana y al anciano Simeón. Vi en Nazaret a Ana, y en Juta a Santa
Isabel. Todos tenían visiones y revelaciones del nacimiento del Salvador. He
visto a Juan Bautista, cerca de su madre, manifestando una alegría muy grande.
Vieron y reconocieron a María en medio de aquellas visiones, aunque no sabían
donde había tenido lugar el acontecimiento. Isabel tampoco lo sabía. Solo Ana
sabía que tenía lugar en Belén. Esta noche vi en el templo un acontecimiento
admirable y extraño: todos los rollos de escrituras de los saduceos saltaban
fuera de los armarios donde estaban dispersándose*. Este suceso causó mucho
espanto en todos, pero los saduceos lo atribuyeron a efectos de brujería, y
repartieron dinero a los que lo sabían para que mantuviera el secreto.
[* Herodes había colocado algunos de sus hijos bastardos en la seta de los saduceos, como empleados del templo, para disminuir la influencia de los fariseos]
He visto muchas cosas en Roma esta noche. Cuando Jesús nació
vi un barrio de la ciudad, donde vivían muchos judíos: allí brotó una cumbre de
la colina donde había una puerta dorada. Era un lugar donde se ventilaban
asuntos de interés. Cuando el emperador bajó de la colina, vio a la derecha,
encima de ella, una aparición en el cielo. Era una Virgen sobre un arco iris,
con un Niño en el aire, que parecía salir de ella. Creo que el emperador fue el
único que vio esta aparición. Para conocer hizo consultar un oráculo que había
enmudecido, el cual habló de un Niño recién nacido, a que todos debían adorar y
rendir homenaje. El emperador hizo erigir un altar en el sitio de la colina
donde había visto la aparición, y después de haber ofrecido sacrificios, lo
dedicó al Primogénito de Dios. He olvidado otros detalles de este hecho.
He visto en Egipto un hecho que anunció el nacimiento de
Jesucristo. Mucho más allá de Matarea, de Heliópolis y de Menfis había un gran
ídolo que pronunciaba habitualmente toda clase de oráculos, pero de pronto
enmudeció. El faraón mandó hacer sacrificios en todo el país a fi de saber por
qué causa había callado. El ídolo fue obligado por Dios responder que guardaba
silencio y debía desaparecer, porque había nacido el Hijo de la Virgen y que en
aquel mismo sitio se levantaría un templo en honor de la Virgen. El faraón hizo
levantar un templo allí mismo cerca del que había antes en honor del ídolo. No
recuerdo todo lo sucedido; sólo sé que el ídolo fue retirado y que se levantó
un templo a la anunciada Virgen y a su Niño, siendo honrados a la manera de
ellos.
Al tiempo del nacimiento de Jesucristo vi una maravillosa aparición
que se presentó a los Reyes Magos en su país. Estos Magos eran observadores de
los astros y tenían sobre una montaña una torre en forma de pirámide, donde se
encontraba uno de ellos con los sacerdotes observando el curso de los astros y
las estrellas. Escribían sus observaciones y se las comunicaban unos a otros.
Esta noche creo haber visto a dos de los Reyes Magos sobre la torre piramidal. El
tercero que habitaba al este del Mar Caspio, no estaba allí. Observaban una
determinada constelación en la cual veían de cuando en cuando sus variantes,
con diversas apariciones. Esta noche vi la imagen que se les presentaba. No la
vieron en una estrella, sino en una figura compuesta de varias de ellas, entre
las cuales parecía efectuarse un movimiento. Vieron un hermoso arco iris sobre
la media luna y sobre el arco iris sentada la Virgen. Tenía la rodilla
izquierda levantada y la pierna derecha más alargada, descansando el pie sobre
la media luna. A la izquierda de la Virgen, encima del arco iris apareció una
cepa de vid y a la derecha, un haz de espigas de trigo. Delante de la Virgen vi
elevarse semejante al de la Última Cena. Del cáliz vi salir al Niño, y por
encima de Él, un disco luminoso parecido a una custodia vacía, del que partían
rayos semejantes a espigas. Por eso pensé en el Santísimo Sacramento. Del
costado derecho del Niño salió una rama, en cuya extremidad apareció, a
semejanza de una flor, una iglesia octogonal con una gran puerta dorada y dos
pequeñas laterales. La Virgen hizo entrar al cáliz, al Niño y la Hostia en la
iglesia, cuyo interior pude ver, y que en aquel momento me pareció muy grande.
En el fondo había una manifestación de la Santísima Trinidad. La Iglesia se
transformó luego en una ciudad brillante, que me pareció la Jerusalén
celestial. En este cuadro vi muchas cosas que se sucedían y parecían nacer unas
de otras, mientras yo miraba el interior de la Iglesia. Ya no puedo recordar en
qué forma se fueron sucediendo. Tampoco recuerdo de qué manera supieron los
Reyes Magos que Jesús había nacido en Judea. El tercero de los Reyes, vivía muy
distante, vio la aparición al mismo tiempo que los otros. Los Reyes sintieron
una alegría muy grande, juntaron sus dones y regalos y se dispusieron para el
viaje. Se encontraron al cabo de varios días de camino. Los días que
precedieron al nacimiento de Jesús, los veía sobre su observatorio, donde
tuvieron varias visiones.
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