Siempre es importante leer para aprender, lo que nos enseña el Magisterio de la Iglesia Católica, comprender los Evangelios, la introducción, la estructura, contenido, el marco histórico, etc. Siempre bajo la guía de la Santa Madre Iglesia Católica. Y esto podemos aprender, en ediciones cristianas católicas. Guiándonos tambien por los Santos Padres, los que más han profundizado la Sagrada Biblia, son muchos. La teología fiel a la Tradición de los Santos Apóstoles.
Cuando meditamos atentamente las enseñanzas que nos dejan los evangelistas, que por desgracias, a muchos no descubren que la sabiduría de Cristo no es de este mundo, porque en Jesús se guarda todos los tesoros de la ciencia, sin el conocimiento del Señor, si no hay comunión con Jesús, la ciencia será una falsedad, un engaño, pero la ciencia verdadera procede de Dios. Jesús no tuvo necesidad de aprender por ningún rabino, y por eso San Marcos declara, lo que aprendió como discípulo de San Pedro:
- Salió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. 2 Y cuando llegó el sábado comenzó a enseñar en la sinagoga, y muchos de los que le oían decían admirados:
- —¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? (Mc 6,1-6; Mt 13,54-56)
Son muchos los que andan confusos, pues no tienen tiempo para estudiar la Sagrada Escritura, y cuando intentan dar una explicación, lo que enseñan son insensateces, "Jesús iba al colegio como los otros niños", son barbaridades de los que hemos de huir, y rezar por ellos, es lo más que podemos hacer. Ningún rabino de su tiempo le reconocieron como discípulos de ellos. En los púlpitos son torturadores, porque dicen cualquier cosa. Pero cuando leemos con la fe, acudiendo a los verdaderos entendidos de la Sagrada Biblia, que son los Padres y doctores de la Iglesia, se nota que nos enseña sin confusión, pues les mueve el Espíritu Santo.
Uno se acostumbra a aprender de los Santos Padres, luego oímos a "predicadores nada serio", que uno tiene que hacer gran fuerza para no salir corriendo de la Misa por las cosas terribles que llegan a convencer más de uno. Pues hace años, cuando un sacerdote salesiano, empezó a injuriar a Jesús, en la celebración de la Misa, me puse muy indignado, y fijé mi mirada en el predicado, que al verme, pareció que se había moderado un poco, dejó por ese momento, de decir falsedades. Hay tantos predicadores que están destrozando la fe de los sencillos. Y algunos de ellos, de los pobres ignorantes, creen más en las barbaridades, y no aceptan el Espíritu que el Señor nos envía.
¿Es que les estoy juzgando a ellos? No, pues me he referido a la perversa conducta, no a su alma, no a su conciencia, sino a lo que ha querido mostrar públicamente. Y al decir esto, que comiencen a buscar al Señor, que medite bien lo que hacen, porque ya comenzó el tiempo de defender los derechos de Nuestro Señor Jesucristo.
Las malas predicaciones hacen mas daños que los alimentos tóxicos.
Las malas predicaciones hacen mas daños que los alimentos tóxicos.
La reverencia, el respeto, el amor que los Santos Padres nos hablan en sus sermones, ha desaparecido en la mayoría de las parroquias. Aunque las burlas a la fe no es reciente, pues también San Agustín hablaba de los malos pastores. ¡son terroristas de la fe!, aceptan las ideas modernistas y desprecian todo cuánto procede de la Sagrada Tradición Apostólica. Y no quieren reconocerlo, pero ya llegará su tiempo, aunque ya tarde, en que aceptará sus errores ante el Tribunal de Cristo.
Pero también es cierto, que hay otros sacerdotes que edifican con sus predicaciones, pues hablan según le sugiere el Espíritu Santo, y todo lo que procede del Espíritu Santo siempre es agradable y reconforta nuestro espíritu y fortalece nuestra fe.
Bien, a continuación unos textos de la introducción sobre San Marcos.
Datos de introducción del Evangelio
según San Marcos,
Sagrada Biblia de Navarra, Eunsa.
La mayoría de los
antiguos códices del Antiguo Testamento recogen el Evangelio de San Marcos en segundo lugar, después de San Mateo. Solo
ocasionalmente ese lugar es ocupado por el Evangelio de San Juan, probablemente
para colocar primero los evangelios escritos por los Apóstoles. La tradición
patrística también suele señalar que Marcos fue el segundo en componerse, aunque
algún autor antiguo (Clemente de Alejandría según recuerda Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica 6,14,5-7) dice que
primero se escribieron los evangelios que contienen las genealogías, es decir, Mateo
y Lucas.
La misma tradición,
en cambio, es unánime al afirmar que su autor es Marcos «discípulo e intérprete
de Pedro» («discípulo» se le llama en Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica, 2,15,1; «interprete», en ibídem 3,39,14-15; «discípulo e
interprete», en ibídem 5,8,3).
Algunos documentos antiguo apuntan que Marcos no conoció o no siguió a Jesús en
su vida terrena, pero todos insisten en afirmar que Marcos reproduce con
fidelidad la predicación de Pedro. El testimonio más antiguo que tenemos, el de
Papías de Hierapolis (siglo II), dice así: «Marcos que fue intérprete de Pedro,
puso cuidadosamente por escrito, aunque sin orden, lo que recordaba de lo que
el Señor le había dicho y hecho. Porque él no había oído al Señor ni lo había seguido,
sino que, como dije, [siguió] a Pedro más tarde, el cual impartía sus
enseñanzas, según las necesidades y no como quien hace una composición de las
sentencias del Señor, pero de suerte que Marcos en nada se equivocó al escribir
algunas cosas tal como recordaba». La falta de orden a la que alude Papías
parece justificar la ausencia de Marcos de muchas enseñanzas del Señor que
están presente en el Evangelio de San Mateo. Sin embargo, hace hincapié en que detrás
del texto de San Marcos está la predicación de Pedro. La afirmación es común a
todos los testimonios de la Iglesia antigua desde la Galia, con Ireneo («Marcos,
el discípulo e interprete de Pedro, nos transmitió también lo que había sido
predicado por Pedro». [San Ireneo Aversus
haereses 3,1,1.] ), hasta Egipto con Clemente de Alejandría (…). Escritos
posteriores se repiten de manera unánime esta atribución y estas características
del segundo Evangelio (…). Además, la relación de Pedro con Marcos se funda también
en los textos sagrados, ya que Pedro llama a Marcos su hijo (Cfr 1P 5,13).
Marcos tuvo también una estrecha relación con Pablo: aunque su primera colaboración
acabó en desacuerdo (cfr. Hech 13,1-13), más tarde, el Apóstol de las gentes lo
tiene como un fiel colaborador, que le sirve de consuelo y le es muy útil para
el Evangelio (cfr. Flm 24; Col 4,10; 2 Tm 4,11).
Los doce últimos versículo
del Evangelio (Mc 16,9-20), aunque presentan rasgos típicos del evangelista,
tienen un estilo diferente. Faltan en los códices muy importantes, como el
Vaticano o el Sinaítico, y el hecho ya fue notado por autores antiguos (cfr.
Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica
3,10,6; San Jerónimo, Epistolae 120,3).
Sin embargo, los conocen, o aluden a ellos, San Justino y San Ireneo (…), sean
un añadido posterior, los versículos son inspirados y canónicos a tenor del
Concilio de Trento sobre los libros sagrados (Concilio de Trento Decretos de Sacris Seripturis, [8.IV.1546]
).
En comparación con
las sugerentes enseñanzas de los otros evangelios, Marcos se prestaba menos a ser
comentado. Ya San Agustín apuntaba que el segundo evangelio parece que sigue y
compendia al de Mateo (San Agustín De
consensus evangelistarum 1.2.3-4). Tal vez por esta razón no abundan los
comentarios en los Padres de la Iglesia: tenemos uno de San Jerónimo, en el que
privilegia el sentido espiritual, y, mas tarde, otro de San Beda. En cambio,
San Marcos ha sido valorado en la época moderna: la cercanía a las fuentes, la espontaneidad
de su relato, etc., permiten descubrir en él el encanto de la figura de Jesús que
tanto atrajo a los Apóstoles y a la primera generación cristiana.
Fiesta del Evangelista San Marcos
25 de Abril
Meditaciones: Hablar con Dios,
Ediciones Palabra.
·
Marcos, aunque de nombre
romano, era judío de nacimiento y era conocido también con el nombre hebreo de
Juan. Conoció con toda probabilidad a Jesucristo, aunque no fue de los Doce
Apóstoles. Muchos autores eclesiásticos ven, en el episodio del muchacho que
soltó la sábana y huyó a la hora del prendimiento de Jesús en Getsemaní, una
especie de firma velada del propio Marcos a su Evangelio, ya que solo él lo
relata. Este dato viene corroborado por el hecho de que Marcos era hijo de
María, al parecer viuda de desahogada posición económica, en cuya casa se
reunían los primeros cristianos de Jerusalén. Una antigua tradición afirma que
esa era la misma casa del Cenáculo, donde el Señor celebró la Última Cena e
instituyó la Sagrada Eucaristía.
·
Era primo de San Bernabé,
y acompañó a San Pablo en su primer viaje apostólico y estuvo a su lado a la
hora de su muerte. En Roma fue también discípulo de San Pedro. En su Evangelio
expuso con fidelidad, inspirado por el Espíritu Santo, la enseñanza del
Príncipe de los Apóstoles. Según una antigua tradición recogida por San
Jerónimo, San Marcos -después del martirio de San Pedro y San Pablo, bajo el
emperador Nerón se dirigió a Alejandría, cuya Iglesia le reconoce como su
evangelizador y primer Obispo. De Alejandría, en el año 825, fueron trasladadas
sus reliquias a Venecia, donde se le venera como Patrono.
— Colaborador de Pedro.
I. Desde muy joven, San
Marcos fue uno de aquellos primeros cristianos de Jerusalén que vivieron en
torno a la Virgen y a los Apóstoles, a los que conoció con intimidad: la madre
de Marcos fue una de las primeras mujeres que ayudaron a Jesús y a los Doce con
sus bienes. Marcos era, además, primo de Bernabé, una de las grandes figuras de
aquella primera hora, quien le inició en la tarea de propagar el Evangelio.
Acompañó a Pablo y a Bernabé en el primer viaje apostólico (Cfr. Hech 13, 5-13.); pero al llegar a Chipre,
Marcos, que quizá no se sintió con fuerzas para seguir adelante, los abandonó y
se volvió a Jerusalén (Cfr. Hech
13, 13). Esta falta de constancia disgustó a Pablo, hasta tal punto que,
al planear el segundo viaje, Bernabé quiso llevar de nuevo a Marcos, pero Pablo
se opuso por haberles abandonado en el viaje anterior. La diferencia fue tal
que, a causa de Marcos, la expedición se dividió, y Pablo y Bernabé se
separaron y llevaron a cabo viajes distintos.
Unos diez años más
tarde, Marcos se encuentra en Roma, ayudando esta vez a Pedro, quien le llama mi hijo (1 Pdr 5, 13),
señalando una íntima y antigua relación entrañable. Marcos está en calidad de intérprete del Príncipe de los Apóstoles, lo
cual será una circunstancia excepcional que se reflejará en su Evangelio,
escrito pocos años más tarde. Aunque San Marcos no recoge algunos de los
grandes discursos del Maestro, nos ha dejado, como en compensación, la viveza
en la descripción de los episodios de la vida de Jesús con sus discípulos. En
sus relatos podemos acercarnos a las pequeñas ciudades de la ribera del lago de
Genesaret, sentir el bullicio de sus gentes que siguen a Jesús, casi conversar
con algunos de sus habitantes, contemplar los gestos admirables de Cristo, las
reacciones espontáneas de los Doce...; en una palabra, asistir a la historia
evangélica como si fuéramos uno más de los participantes en los episodios. Con
esos relatos tan vivos el Evangelista consigue su propósito de dejar en nuestra
alma el atractivo, arrollador y sereno a la vez, de Jesucristo, algo de lo que
los mismos Apóstoles sentían al convivir con el Maestro. San Marcos, en efecto,
nos transmite lo que San Pedro explicaba con la honda emoción que no pasa con
los años, sino que se hace cada vez más profunda y consciente, más penetrante y
entrañable. Se puede afirmar que el mensaje de Marcos es el espejo vivo de la
predicación de San Pedro (Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, pp. 468-469.).
San Jerónimo nos dice que «Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, puso
por escrito su Evangelio, a ruego de los hermanos que vivían en Roma, según lo
que había oído predicar a este. Y el mismo Pedro, habiéndolo escuchado, lo
aprobó con su autoridad para que fuese leído en la Iglesia» (San
Jerónimo, De script. eccl).
Fue sin duda la principal misión de su vida: transmitir fielmente las
enseñanzas de Pedro. ¡Cuánto bien ha hecho a través de los siglos! ¡Cómo
debemos agradecerle hoy el amor que puso en su trabajo y la correspondencia
fiel a la inspiración del Espíritu Santo! También la fiesta que celebramos es
una buena ocasión para examinar qué atención, qué amor prestamos a esa lectura
diaria del Santo Evangelio, que es Palabra de Dios dirigida expresamente a cada
uno de nosotros: ¡cuántas veces hemos hecho de hijo pródigo, o nos hemos
servido de la oración del ciego Bartimeo –Domine,
ut videam!, ¡Señor, que vea!– o de la del leproso -Domine,
si vis, potes me mundare!, ¡Señor, si quieres, puedes limpiarme...!.
¡Cuántas veces hemos sentido en lo hondo del alma que Cristo nos miraba y nos
invitaba a seguirle más de cerca, a romper con un hábito que nos alejaba de Él,
a vivir mejor la caridad, como discípulos suyos, con esas personas que nos
costaba un poco más...!
— Recomenzar siempre para llegar a ser
buenos instrumentos del Señor.
II. Marcos permaneció varios años en Roma. Además de servir a
Pedro, lo vemos como colaborador de Pablo en su ministerio (Cfr. Fil 24.). A aquel que no quiso que le
acompañara en su segundo viaje apostólico, ahora le sirve de profundo consuelo (Col 4, 10-11), siéndole muy fiel. Todavía más tarde, hacia el año 66, el Apóstol
pide a Timoteo que venga con Marcos, pues este le es
muy útil para el Evangelio (2
Tim 4, 11). El incidente de Chipre, de tanta resonancia en aquellos
momentos primeros, está ya completamente olvidado. Es más, Pablo y Marcos son
amigos y colaboradores en aquello que es verdaderamente lo importante, la
extensión del Reino de Cristo. ¡Qué ejemplo para que nosotros no formemos nunca
juicios definitivos sobre las personas! ¡Qué enseñanza para saber, si fuera
preciso, reconstruir una amistad que parecía rota para siempre!
La Iglesia nos lo propone hoy como modelo. Y puede ser un gran
consuelo y un buen motivo de esperanza para muchos de nosotros contemplar la
vida de este santo Evangelista, pues, a pesar de las propias flaquezas,
podemos, como él, confiar en la gracia divina y en el cuidado de nuestra Madre
la Iglesia. Las derrotas, las cobardías, pequeñas o grandes, han de servirnos
para ser más humildes, para unirnos más a Jesús y sacar de Él la fortaleza que
nosotros no tenemos.
Nuestras imperfecciones no nos deben alejar de Dios y de nuestra misión
apostólica, aunque veamos en algún momento que no hemos correspondido del todo
a las gracias del Señor, o que hemos flaqueado quizá cuando los demás esperaban
firmeza... En esas y en otras circunstancias, si se dieran, no debemos
sorprendernos, «pues no tiene nada de admirable que la enfermedad sea enferma,
la debilidad débil y la miseria mezquina. Sin embargo -aconseja San Francisco
de Sales detesta con todas tus fuerzas la ofensa que has hecho a Dios y, con
valor y confianza en su misericordia, prosigue el camino de la virtud que
habías abandonado» (San
Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, 3, 9).
Las derrotas y las
cobardías tienen su importancia, y por eso acudimos al Señor y le pedimos
perdón y ayuda. Pero, precisamente porque Dios confía en nosotros, debemos
recomenzar cuanto antes y disponernos a ser más fieles, porque contamos con una
gracia nueva. Y junto al Señor aprenderemos a sacar fruto de las propias
debilidades, precisamente cuando el enemigo, que nunca descansa, pretendía
desalentarnos y, con el desánimo, que abandonáramos la lucha. Jesús nos quiere
suyos a pesar, si la hubo, de una historia anterior de debilidades.
— El
mandato apostólico.
III. Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda la creación (Antífona de entrada. Mc 16, 15), leemos hoy en la Antífona de entrada. Es el mandato
apostólico recogido por San Marcos. Y más adelante, el Evangelista, movido por
el Espíritu Santo, da testimonio de que este mandato de Cristo ya se estaba
cumpliendo en el momento en que escribe su Evangelio: los Apóstoles, partiendo de allí, predicaron por todas partes,
y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban
(Mc
16, 20). Son las
palabras finales de su Evangelio.
San
Marcos fue fiel al mandato apostólico que tantas veces oiría predicar a Pedro: Id al mundo entero... Él mismo,
personalmente y a través de su Evangelio, fue levadura eficaz en su tiempo,
como lo debemos ser nosotros. Si ante su primera derrota no hubiera reaccionado
con humildad y firmeza, quizá no tendríamos hoy el tesoro de las palabras y de
los hechos de Jesús, que tantas veces hemos meditado, y muchos hombres y
mujeres no habrían sabido nunca -a través de él que Jesús es el Salvador de la
humanidad y de cada criatura.
La
misión de Marcos, como la de los Apóstoles, los evangelizadores de todos los
tiempos, y la del cristiano que es consecuente con su vocación, no debió
resultar fácil, como lo prueba su martirio. Debió estar lleno de alegrías, y
también de incomprensiones, fatigas y peligros, siguiendo las huellas del
Señor.
Gracias a Dios, y también a esta generación que
vivió junto a los Apóstoles, ha llegado hasta nosotros la fuerza y el gozo de
Cristo. Pero cada generación de cristianos, cada hombre, debe recibir esa
predicación del Evangelio y a su vez transmitirlo. La gracia del Señor no
faltará nunca: non est abbreviata manus Domini
(Is 59, 1), el poder de Dios no ha disminuido. «El
cristiano sabe que Dios hace milagros: que los realizó hace siglos, que los
continuó haciendo después y que los sigue haciendo ahora» (San
Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa,
50). Nosotros, cada cristiano, con la ayuda del Señor, haremos esos
milagros en las almas de nuestros parientes, amigos y conocidos, si
permanecemos unidos a Cristo mediante la oración.