jueves, 30 de noviembre de 2017

Beato Bernardino Amici de Fossa - Noviembre, día 30








Noviembre, día 30

Su culto fue aprobado por León XII el 26 de marzo de 1828.
Beato Bernardino Amici de Fossa. Sacerdote de la Primera Orden (1420‑1503).
Aprobó su culto León XII el 26 de marzo de 1828.

Bernardino Amici, predicador y escritor franciscano, nació en 1420 en Fossa, cerca de Aquila. No se conocen sus padres ni su procedencia social. Se laureó en jurisprudencia en Perusa, allí ingresó entre los Hermanos Menores en 1445 en el convento de Monterípido, en Perusa. Vivió en Gubbio, en Stroncone y en otros conventos de la Umbría, luego pasó a los Abruzzos, y residió especialmente en Aquila. Fue Ministro provincial de su región en los años 1454‑1460 y 1472‑1475. Estuvo en Bohemia y en Dalmacia en los años 1464‑1467; luego fue Procurador general de la Orden en la curia romana de 1467 a 1469. Participó en el Capítulo general de la Orden en Aquila en 1452, en Asís en 1455, en Milán en 1457, en Roma en 1458 y en Mantua en 1467. Varias veces rechazó el Obispado de Aquila.


Fue célebre también como predicador, se recuerda su cuaresma en Sebenice en Dalmacia en 1465. En los últimos años de su vida se dedicó a difundir sus escritos de carácter teológico e histórico. La mayor parte de ellos sin embargo permaneció inédita.

Hijo auténtico del Seráfico Pobrecillo, ardiente ministro de Cristo, Fray Bernardino se propuso seguir las huellas del amable San Bernardino de Siena, a quien varias veces había oído predicar y por quien había quedado fascinado, especialmente cuando en 1438 en la plaza de Santa María de Collemaggio de Aquila predicó sobre la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo. La inmensa multitud, entre la cual se encontraba también el Beato Bernardino, admiró en el cielo una estrella luminosa, cuyo resplandor superaba al del sol. También tuvo la alegría de conocer a San Juan de Capistrano.

De San Bernardino el Beato logró copiar el espíritu de fe y de recogimiento, la prudencia, la humildad, la modestia, el celo ardiente por la gloria de Dios. Lo vemos recorrer ciudades y más ciudades para predicar la palabra de Dios, suscitando por todas partes el entusiasmo y obteniendo conversiones.

Durante ocho meses estuvo postrado en cama en medio de terribles sufrimientos que soportó con gran resignación. Un día se le apareció su patrono San Bernardino de Siena, quien le obtuvo del Señor la completa curación.

Libre de los compromisos que la Orden le había confiado, regresó a los Abruzzos y prosiguió sus andanzas apostólicas con renovado fervor. Su predicación era docta y popular al mismo tiempo y suscitaba gran entusiasmo y muchas conversiones. Fundó nuevos conventos, entre ellos el de San Angel d’Ocre en su región natal, donde él mismo habitó hasta avanzada edad. Dios selló su santidad con el don de los milagros. Cansado por las fatigas apostólicas y por las penitencias se retiró al convento de San Julián cerca de Aquila, y pasó los últimos años revisando sus escritos teológicos e históricos, que más tarde fueron publicados, como la Chronica Fratrum Minorum Observantiæ (Roma 1902), Funerale (32 sermones, Venecia 1572), Sermón sobre la Virgen según las palabras de Dante (L’Aquila 1856), y se preparó para el encuentro con la hermana muerte, que le sobrevino el 27 de noviembre de 1503. Tenía 83 años. Fue un digno hijo de San Francisco y fiel imitador del Santo de Siena.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

«Todos los Santos de la Orden Franciscana» (Noviembre, día 29)



Noviembre, día 29:
Todos los Santos de la Orden Franciscana:
  • Primera Orden 110
  • Santas de la Segunda Orden 9
  • Santos y Santas de la Segunda Orden Regular y Seglar: 53; 
  • Beatos de la Primera Orden: 161;
  • Beatas de la Segunda Orden: 34;
  • Beatos y Beatas de la Tercera Orden Regular y Seglar: 95;
  • Total de Santos y Beatos de toda la Orden Franciscana: 461.

    Octubre del año
    2000





En el aniversario de la aprobación de la regla franciscana, el 29 de noviembre de 1123, la Orden Franciscana se recoge en oración y fiesta para contemplar el grandioso árbol de la santidad nacido de la fidelidad de aquel pequeño libro que Francisco decía haber recibido de Jesús mismo y que era la «Médula del Evangelio».

Este precisamente era el proyecto de vida y el carisma de Francisco: hacer revivir integralmente el Evangelio, que es como decir, representar ante los hombres individual y comunitariamente la vida de Cristo en todas sus dimensiones: desde la pobreza al celo de las almas, del anuncio del Evangelio al sacrificio de la cruz, para ser, según la invitación de Cristo, luz en el mundo y sal de la tierra, instrumento de salvación para todos los hombres. 

¿Quién puede contar la inmensa turba de los Santos, Beatos, Venerables y Siervos de Dios – si queremos servirnos de estos términos canónicos – o mejor aún, de todos aquellos hermanos, hermanas y laicos, sin nombre y sin rostro, que han vivido la santidad evangélica, que han hecho de la regla franciscana la pasión de su vida? Es un inmenso capital de santidad, de amor, muchas veces desconocidos, más a menudo olvidado, a veces inclusive despreciado por el mundo. Al bien se le hace poco ruido, y sin embargo esta es la historia en apariencia anónima, pero en realidad lleva inscrito el nombre y el rostro de Cristo, que impide al mundo caer en la desesperación, y fecunda todas las actividades de la Iglesia.

San Francisco dijo un día a sus hermanos, lleno de gozo:


  • «Carísimos, consuélense y alégrense en el Señor; no se dejen entristecer por el hecho de ser pocos; no se asusten de mi simplicidad y de la de ustedes, porque, como me ha revelado el Señor, Él nos hará una innumerable multitud y nos propagará hasta los confines del mundo. Vi una gran multitud de hombres venir hacia nosotros, deseosos de vivir con el hábito de la santa religión y según la regla de nuestra bienaventurada Orden. Resuena todavía e mis oídos el ruido de sus pisadas y de su caminar conforme a la Santa Obediencia. Vi los caminos llenos de ellos, provenientes de todas las naciones; acuden franceses, españoles, alemanes, ingleses; vienen la turba de otras y varias lenguas »

Escuchando estas palabras una santa alegría se apoderó de los hermanos por la gracia que Dios concedía a su Santo. 

El prodigioso árbol de la santidad franciscana demuestra una vez más la vitalidad y autenticidad evangélica del mensaje franciscano. Por eso esta fiesta es una invitación y un estímulo a devolver a Dios el Amor que nos ha dado en Cristo, viviendo en la pobreza y en la humildad una vida verdaderamente fraterna, para que el mundo crea, mediante este amor realizado, que el Padre ama y quiere a todos los hombres salvos en su casa.  

(Santos Franciscanos para cada día «Todos han nacido en ella» (Primera edición 2000)

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Para saber más, ir aquí:





San Antonio de Padua, «La Palabra tiene fuerza cuando va acompañado de las buenas obras»

Muchas personas devotas de la Familia Franciscana, encuentran su alegría, al menos en pertenecer en la TOF: [Tercera Orden Franciscana] ...