domingo, 30 de abril de 2017

« Lo reconocieron al partir el pan» (Lucas 24,13-35)

Bendito sea el Señor nuestro Dios y Salvador Jesucristo.

En este Domingo, Tercero de Pascua. cuando en la Santa Misa oímos las lecturas, son todas bellísimas, cuando ponemos atención, nuestro corazón se regocija en la Palabra de Dios, la meditamos. No nos conformamos solamente cuando estamos en la iglesia, pero al salir a la calle, puede haber ganancias espirituales, solo cuando continuamos meditando, pero si luego no meditamos en nuestro corazón la Palabra de Dios, no estamos permitiendo ese cambio de una vida nueva conforme a Jesús. El Señor no nos pide nada imposible, pero si hacemos caso a nuestro hombre viejo, terminamos por pensar que es imposible seguir a Jesús. 

Cuando estuve ya en la calle, me acordé, de un hecho, que el Hermano Charli, se había acercado a otro hermanos, que parecería como perdido, yo no estaba allí presente, pero me lo podría imaginar. Charli, Juan Carlos se animó a acercarse a esa ovejita sin pastor, para encaminarlo hacia la Orden Tercera. 

El Señor siempre se acerca a nosotros de alguna forma, pues también lo hace por algunos de sus más fieles servidores.

Pienso que una de las formas para perseverar en nuestra vocación, es la vida de oración, para que nuestro corazón no se contamine por el ambiente actual que hay en el mundo, tantas cosas terrenales que no sirven para dar gloria a Dios, la oración perseverante nos ayuda a permanecer siempre vigilante, para que no seamos engañados ni por el tentador, ni por las costumbres de este mundo, que aunque tenga apariencia de bien, siempre nos puede alejar de la fe.

Estaba yo bastante alejado, hasta que el Señor me envió a San Juan Pablo II, su testimonio, sus palabras, sus enseñanzas, me sacaron de los apuros más terrible que estaba yo sometido. Y luego, otro digno sucesor del Apóstol Pedro, siempre nos confirmaba en la fe. La oración nos ayuda a tener mucha paciencia, pero cuando mejor oremos más útiles seremos al Señor, y no somos tan útiles en realidad, porque no siempre somos fieles a su Santísima Voluntad.

Cuando más estamos apegados a las cosas terrenales, más torpes somos para entender el mensaje de Cristo. Queremos que todo sea en un momento, o sea, que el mundo entero se convierta así de repente. Pero es cada corazón quien debe disponerse a la escucha atenta.

En el Evangelio leemos como dos amigos, los discípulos de Emaús, hablaban de Jesús, por una parte desconfiaban, pues no comprendían del todo, por otra parte, se hace realidad aquello que dice el Señor:

Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20). Le pasó a esos discípulo de Emaús como queda dicho. Hubo también otros modos, de un solo hombre, en el caso de Saulo que luego se convirtió en el Apóstol Pablo; también San Francisco de Asís, que iba a la suya, pero el Señor le rescató, y le encomendó una misión importantísima; restaurar la Iglesia de Dios, que se estaba cayendo a trozos.

Los discípulos de Emaús, aunque muy tristes estaban, permanecían en gracia de Dios, el pecado no estaba en ellos, por eso el Señor se le presentó. Pero eran necios y torpes, porque en ese momento no era Pentecostés. Y cuando el Señor le iba explicando todo:

  • —¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?


Nosotros cuando escuchamos las lecturas de la Misa, ¿arde o no arde nuestro corazón? Si después de salir de la iglesia, nosotros consentimos que nuestros pensamientos se dispersen, que vaya de aquí para allá, excepto a los intereses de Cristo, no habrá esa vida espiritual, que es lo que nos hace cambiar nuestro corazón.
Sería una tragedia para nosotros, no reconocer el mal que hacemos, cuando vamos a Misa, pero nos comportamos con tibieza al Señor. Nuestra tibieza hace sufrir mucho al Señor. No estamos colaborando con su plan de salvación para con nosotros mismos, esto es lo que nos lleva la tibieza, las indiferencias, el que nos da igual todo, que ahora estoy con el Señor pero no con el corazón. Nosotros hemos recibido el Espíritu Santo gracias al sacramento del Bautismo, y pertenecemos completamente al Señor que nos ha hecho verdaderamente libres. Y precisamente, el ser libre para dedicarnos a mayor conocimiento de la Sagrada Biblia, los libros santos, que no podemos ignorar.


 * * *



Nuevo Testamento, Ed. Eunsa:

« Lo reconocieron al partir el pan»
(Lucas 24,13-35)

13 Ese mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. 14 Iban conversando entre sí de todo lo que había acontecido. 15 Y mientras comentaban y discutían, el propio Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos, 16 aunque sus ojos eran incapaces de reconocerle. 17 Y les dijo:
—¿De qué veníais hablando entre vosotros por el camino?
Y se detuvieron entristecidos. 18 Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?
19 Él les dijo:
—¿Qué ha pasado?
Y le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el pueblo: 20 cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. 21 Sin embargo nosotros esperábamos que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas. 22 Bien es verdad que algunas mujeres de las que están con nosotros nos han sobresaltado, porque fueron al sepulcro de madrugada 23 y, como no encontraron su cuerpo, vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles, que les dijeron que está vivo. 24 Después fueron algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como dijeron las mujeres, pero a él no le vieron.
25 Entonces Jesús les dijo:
—¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! 26 ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria?
27 Y comenzando por Moisés y por todos los Profetas les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él. 28 Llegaron cerca de la aldea adonde iban, y él hizo ademán de continuar adelante. 29 Pero le retuvieron diciéndole:
—Quédate con nosotros, porque se hace tarde y está ya anocheciendo.
Y entró para quedarse con ellos. 30 Y cuando estaban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su presencia. 32 Y se dijeron uno a otro:
—¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
33 Y al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén, y encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, 34 que decían:
—El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón.
35 Y ellos se pusieron a contar lo que había pasado en el camino, y cómo le habían reconocido en la fracción del pan.


El episodio de Emaús es una especie de puente entre el anuncio de la resurrección y las apariciones a los Once. Por una parte, representa un complemento del episodio anterior, pues, al final, cuando estos dos discípulos vuelven a Jerusalén, los Once, a través del testimonio de Pedro (vv. 33-34), creen ya en la resurrección. Por otra parte, frente a la siguiente aparición (24,36-49) en la que se subraya el verdadero cuerpo del Señor, su realidad física, el episodio de Emaús resalta el reconocimiento de Jesús por parte de los que le aman (cfr Jn 20,11-17).
La escena se revive fácilmente en la imaginación. Aquellos discípulos están entristecidos (v. 17) y sin esperanza (v. 21), porque esperaban un triunfo que ha fallado (vv. 19-21). Sus razones eran nobles, pero humanas. Mientras tanto, Jesús les acompaña y les escucha: «Jesús camina junto a aquellos dos hombres, que han perdido casi toda esperanza, de modo que la vida comienza a parecerles sin sentido. Comprende su dolor, penetra en su corazón, les comunica algo de la vida que habita en Él» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 105).

A la sabiduría humana de los discípulos, Jesús opone la ciencia sagrada: la explicación de los acontecimientos como cumplimiento de las Escrituras enciende el corazón de aquellos discípulos (cfr v. 32), que, desde ahora, quieren continuar su camino con Él (vv. 28-29). Así también obra Jesús en nosotros: «No se impone nunca, este Señor Nuestro. Quiere que le llamemos libremente, desde que hemos entrevisto la pureza del Amor, que nos ha metido en el alma. (...) Quédate con nosotros, porque nos rodean en el alma las tinieblas, y sólo Tú eres luz, sólo Tú puedes calmar esta ansia que nos consume» (S. Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 314).

Finalmente, le reconocen en la fracción del pan (v. 31). Jesús les ha abierto la inteligencia y el corazón: «Sus corazones, por Él iluminados, recibieron la llama de la fe y se convirtieron de tibios en ardientes, al abrirles el Señor el sentido de las Escrituras. En la fracción del pan, cuando estaban sentados con Él a la mesa, se abrieron también sus ojos, con lo cual tuvieron la dicha inmensa de poder contemplar su naturaleza glorificada» (S. León Magno, Sermo 1 de ascensione Domini 3).

El relato refleja también de ese modo la importancia que tienen en la Iglesia la Sagrada Escritura y la Eucaristía para alimentar la fe en Cristo. Así lo expresaba un antiguo tratado ascético: «Tendré los libros santos para consuelo y espejo de vida, y, sobre todo esto, el Cuerpo santísimo tuyo como singular remedio y refugio. (...) Sin estas dos cosas yo no podría vivir bien, porque la palabra de Dios es la luz de mi alma, y tu Sacramento el pan que da la vida» (Tomás de Kempis, De imitatione Christi 4,11,3-4).

sábado, 29 de abril de 2017

San Antonio de Padua: 2. Dejemos la vanidad del mundo

Sábado, 29 de abril de 2017.
Festividad de Santa Catalina de Siena

Bendito Sea el Señor nuestro Dios; y la Santísima Madre de Dios.

Cuando leo las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, sus sermones, homilías, la doctrina de la Iglesia Católica. Los Santos Padres siempre han valorado su servicio a la Palabra de Dios a la Santísima Voluntad del Altísimo.

Nosotros debemos ser transparentes, no necesitamos que el mundo nos enturbie, no necesitamos acceder a los deseos mundanos. Si para algunos lo que ahora se imaginan que es felicidad y alegría, y la paz, por no estar en comunión con Cristo, no pueden tener una feliz eternidad en un futuro. Nosotros también como perteneciente a la familia franciscana, necesitamos ser contemplativos. Si no fuéramos religiosos no nos preocuparíamos de vivir una vida según el Evangelio de Cristo Jesús, es lo que se nos enseña en las Reglas y Constituciones Franciscanas. No es para nosotros una carga pesada cuando lo hacemos por amor a Cristo.
Veo que las palabras de Jesús, que dirige a quiénes desean más perfección, también van para mí, aunque sin ser sacerdote ni ahora estoy en convento o monasterio. Ni siquiera la paz de una ermita. Pero vivir conforme a Cristo es la mayor alegría que todos podemos tener. Tampoco fui llamado al sacramento del matrimonio. Pues también podemos alcanzar mucha perfección y santidad, combatiendo nuestras tentaciones, como hacen quiénes han profesado los votos de obediencia, castidad, y pobreza. Si me faltara lo necesario para mí. O sea, casa, alimento, vestidos, Solo Dios basta. San Francisco de Asís, y otros muchísimos compañeros frailes, ya lo tenían todo, teniendo solo a Cristo nuestro Señor. 

En estas palabras de San Antonio de Padua nos exhorta, que Cristo es lo más importante para nosotros, y que debemos escuchar y obedecer con toda la máxima confianza. Debemos hacerlo. Y tenemos que dar infinitas gracias a Dios por habernos ayudarnos a conocer la Sagrada Biblia, y amarla, por ser Palabra de Dios.

En el comentario anterior: pues decía, que el comienzo de trabajar por los asuntos del Señor, no se trata de la lentitud. Ahora bien, en la oración, los verdaderos adoradores de Dios no rezan a toda prisa, sino con reverencia, humildad, con verdadero espíritu de fe. En algún lugar, dijo alguien, “hay que rezar corriendo”. Pues es verdad, muchos cristianos rezan con tanta prisa para terminar, que dejan claro que no están interesados por la vida de oración, y desearían no haber comenzado nunca a rezar el Santo Rosario, por ejemplo, pues el demonio provoca esas prisas. Pues una oración bien rezada, pausadamente, el tentador no puede hacernos daño.

El alma orante, en la medida que purifica su vida de oración, más incómodo se siente con las cosas terrenales. Conocí a un ermitaño, más de una vez lo he comentado. Antes de haber sido llamado al seguimiento de Cristo, era deportista, futbolista, tenía su público, sus admiradores, esos aplausos del mundo, la vanidad. Pero ¡como cambió radicalmente tras la llamada del Señor! Comprendió al Espíritu Santo, renunció a su antigua vida del hombre viejo. El antes, que estaba muerto, por esos entretenimientos terrenales, quiso el Señor llevarle a la vida. Se retiró del mundo a los montes, durmiendo en cuevas, confiaba siempre en la Divina Providencia, no le faltó el alimento necesario; muy devoto de la Santísima Madre de Dios, se pasaba largas oras en oración, ya en una capillita o bien paseando seguía orando. Tenía el Oficio Parvo de Nuestra Señora. Su vida religiosa como la de San Francisco de Asís, no tenía comodidades. Pero no era ocioso, pues la oración le ayudaba y tenía también una pequeña huerta para sembrar verduras. El Señor le proveía también por medio de fieles cristianos, otros alimentos, como garbanzos. Recuerdo aquella vez que parece ser se rompió un vasito, y unos trozos de cristales cayeron en la olla, cuando lo comí, me encontré algunos de esos trozos, pero no le dije nada, pues salió de él, que luego me dijo lo que pasó, pero yo le dije, “no tiene importancia”. Vivir al estilo de San Francisco de Asís, como lo hacía otros santos franciscanos, como San Antonio de Padua, la fe nos da fuerzas para vivir más humildemente, sin protestas contra las adversidades, sino siempre felices en el Señor y con Jesús, que tanto nos ama.



2. Dejemos la vanidad del mundo

Subía del poco una humareda como la humareda de un horno grande, que oscureció el sol y la atmosfera. De la humareda salieron langostas que se esparcieron por la tierra. Así se lee en el Apocalipsis (9,2-3).
La humareda enceguece los ojos de la razón sube del poco de la codicia mundana, que es el gran horno de Babilonia. A causa de esta humareda se oscurecieron el sol y la atmósfera. El sol y la atmosfera representan a los religiosos.  Ellos son el sol, porque han de ser puros por la castidad, calientes por la caridad y luminosos por la pobreza; y son la atmosfera, porque han de ser etéreos, o sea, contemplativos.
A causa de nuestros pecados salió la humareda del pozo de la codicia, y nos ahumó a todos. De ahí nace la lamentación de Jeremías (Lm 4,1): ¡Cómo se ennegreció el oro! ¡Cómo se deterioró su hermoso brillo!
Observa con cuanta propiedad Jeremías dice: «se ennegreció y se deterioró». La humareda de la codicia oscurece el esplendor de la vida religiosa y deteriora el espléndido brillo de la contemplación celeste, en la cual la cara del alma se aviva con los colores más bellos, el blanco y el rojo de la encarnación del Señor y el rojo de su pasión; el blanco de la marfileña castidad y el rojo por el ardiente deseo del Esposo celestial.
Lamentablemente, hoy en día, este estupendo color está deteriorado, porque está alterado por la humareda de la codicia. De ello está escrito: De la humareda del poco brotaron langostas por toda la tierra.
Las langostas, por su modo de saltar, representan a todos los religiosos que, utilizando los dos pies juntos de la pobreza y obediencia, deberían saltar hacia las cimas de la vida eterna. Pero lamentablemente, salieron de la humareda del pozo con un salto atrás y, como se dice en el Éxodo (10,5), cubrieron la superficie de la tierra.
Hoy en día no se organizan mercados, ni hay encuentros atestados de seglares o de eclesiásticos, en los que se encuentren monjes y religiosos. Compran, venden, edifican y destruyen, cambia el cuadrado en redondo. En los procesos convocan las partes, pleitean ante los jueces, traen consigo a expertos en decretos y leyes y presentan testigos, con los que están dispuestos a jurar por cuestiones transitorias, frívolas y vanas.
Díganme, oh religiosos necios, ¡si en los profetas o en los Evangelios de Cristo, o en las cartas de San Pablo, o en la regla de San Benito o de San Agustín encontraron litigios y aberraciones de este género, y tamaño alboroto y tantas protestas por cosas banales y caducas!
¡Todo lo contrario! Dice el Señor a los apóstoles, a los monjes y a todos los religiosos, pero no bajo forma de consejo, sino de precepto, ya que ellos escogieron el camino de la perfección: Les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos y hagan el bien a quiénes os odian; bendigan a los que les maldicen y oren por los que les calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, no le niegues ni la túnica. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no solicites que te lo devuelva. Como quieren que hagan con ustedes los hombres, así también hagan ustedes con los hombres, así también hagan ustedes con ellos. Porque si aman a los que les aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo (Lc 6,27-33).
Esta es la regla de Jesús que hay que preferir a todas las reglas, instituciones, tradiciones, invenciones, porque no hay siervo mayor que su amo, ni apóstol más grande que Aquel que lo envió (Jn 13,16).
Presten atención, escuchen y consideren, oh pueblos todos, si hay demencia y presunción, como las de ellos. En la regla de su instituto está escrito que el monje o el canónigo tenga dos o tres túnicas y dos pares de zapatos, uno para el verano y otro para el invierno. Si esto sucediera ocasionalmente y en determinadas circunstancias de tiempo y de lugar no tuvieran estas prendas, protestan que no se observa la regla; mientras tanto pecan mezquinamente dentro de la regla misma.
Observa cuan escrupulosamente guardan la regla o lo que sirve para el cuerpo; en cambio, no guardan para nada, o muy poco la regla de Jesucristo, sin la cual no pueden salvarse.

(II Domingo de Cuaresma, I, 105-108)



***



Efectivamente, es muy importante tener en la memoria las palabras de Jesucristo, y en nuestro corazón, para poder llevarla a la práctica.

¡Como se ha ennegrecido el oro!, también, como se vuelve sosa la sal. Nuestra vida cristiana debe ser constante, fiel a Cristo. Los apegos a las cosas terrenales, las aficiones mundanas, son lazos del enemigo infernal, que termina por empujarnos al pecado, a la tentación. Sin vida de oración, el alma cae fácilmente en cualquier tentación, se acostumbra de tal manera a esas tentaciones, que ya no tiene el Santo Temor de Dios.

viernes, 28 de abril de 2017

San Antonio de Padua, índice de temas


Viernes, 28 de abril de 2017

En primer lugar, siempre damos gracias al Señor porque a todos nosotros nos da la oportunidad de perfeccionarnos día a día
Y damos gracias a la Madre de Dios, sin la ayuda de la Santísima Virgen María, no podríamos permanecer con Cristo, sino iríamos por caminos muy peligrosos.

Paz y muchísimas bendiciones para todos vosotros hermanos y hermanas, de parte de nuestro Dios y Salvador Jesucristo

Estos son los escritos, una selección que ha editado de las enseñanzas homiléticos de San Antonio de Padua.
Los sermones de los Santos Padres nos pueden ayudar mucho en nuestra vida espiritual. El libro con qué yo comencé a aprender, sigue siendo la Sagrada Biblia desde que el Señor me llamó a salir de la esclavitud del mundo, del pecado, y acepté. Pues la vida del pecado siempre es amargura y dolor, es muerte. Mientras que la vida en Cristo Jesús, aprendemos a amar en primer lugar a Dios, y desde Dios al prójimo. Hay quienes dicen que aman a Dios, y no pueden soportar a la Iglesia Católica. Hay quienes dicen que desean la paz, pero rechaza todas las condiciones de Cristo Jesús y la Iglesia Católica.

Estos son los temas a tratar con la ayuda del Señor, de momento uno o dos por semana. No se trata de leerlo y luego olvidarlo, porque son enseñanzas que nos ayuda a estar más cerca del Señor, no según nuestra medida, sino que vamos progresivamente, sin detenernos, adaptarnos a la medida de los Sagrados Corazones de Jesús y María Santísima, perseverar es muy necesario siempre.

                                      

San Antonio de Padua

Escritos selectos



En la primera parte: Vivencias espirituales

Este número 1 ya se la leído:



1.                     En la soledad hallarás al Señor.

2.                     Dejemos la vanidad del mundo.

3.                     Nosotros lo hemos dejado todo

4.                     Un nuevo modo de pensar.

5.                     El mundo te puede distraer y engañar

6.                     Del sepulcro, luz y fuerza

7.                     No temas, Yo Soy tu ayuda

8.                     Jalones de la conversación

9.                     ¡Qué felices los que viven y siguen al Señor!

10.                Vive en la humildad

11.                Humildad, estrella que guía al puerto

12.                Dios ama al que pide perdón

13.                La confesión es la puerta del cielo

14.                La Cuaresma, tiempo de gracia y conversión

15.                Lleva con Cristo el yugo de la obediencia

16.                Para compartir las bodas de Jesús

17.                No amemos con palabras, sino con obras

18.                Los pobres son los bienhechores de los ricos

19.                La reconciliación fraterna





Parte segunda: Misterios y esplendores trinitarios



1.                          La gracia de Jesús

2.                          Cristo, el Verbo y el Hijo dilecto del Padre

3.                          El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios

4.                          Dios nos ama

5.                          En tu juventud acuérdate de tu Creador

6.                          El Espíritu Santo, Don del Padre y Fuente de luz

7.                          El Espíritu Consolador en la problemática de la vida

8.                          La Virgen, Rocío y Aurora

a)   La misión de Gabriel a la Virgen

b)    El anuncio de la concepción del Señor

c)    Venida del Espíritu Santo

9.                          Sermón moral o la concepción espiritual del Verbo

10.                     Nos ha nacido un niño: es el Hijo de Dios

11.                     ¡Feliz el vientre que te llevó

12.                     Todo nos fue dado en Jesucristo

13.                     Jesús: Camino, Verdad y Vida

14.                     Jesús, modelo de obediencia

15.                     Cristo se hizo obediente hasta la muerte

16.                     Nuestra salvación está en el Nombre de Jesús

17.                     ¡Cristo nos liberó de nuestros pecados!

18.                     La cruz, instrumento de salvación

19.                     La transfiguración o la escala para el cielo




Tercera Parte: Los gozos de la oración y la contemplación


1.                          Importancia de la vida contemplativa

2.                          De la contemplación a la acción

3.                          La suavidad de la contemplación

4.                          Muchos son los llamados…

5.                          Ama a Dios con todo el corazón y al prójimo como a ti mismo

6.                          Dios merece nuestro amor

7.                          El amor, alma y motor de la vida contemplativa

8.                          ¡Bienaventurado el que vive en el amor de Dios y del prójimo

9.                          Escucha con solicitud y habla con gravedad

10.                     Dios ayuda al humilde y al sencillo

11.                     Busquemos las cosas de arriba

12.                     Las virtudes del justo

13.                     Señor, mi corazón no hallará paz hasta que descanse en ti

14.                     Oración y contemplación

15.                     Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia

16.                     Fructificar para la vida eterna

17.                     Con Cristo en la eternidad


lunes, 24 de abril de 2017

San Antonio de Padua: 1. En la soledad hallarás al Señor

Lunes, 24 de abril de 2016


Bendito sea el Señor nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Las condiciones no las podemos poner nosotros en el seguimiento de Cristo, somos nosotros, que cuando escuchamos atentamente al Señor, y leyendo la Sagrada Biblia, vemos cuales son las formas. Si yo sigo a Cristo desde mi propia medida, es que no estoy adelantando absolutamente nada.

Recordando a San Francisco de Asís, un "antes", y un "después". No se quedó estancado en sí mismo, pues se negó rotundamente a sí, para que sea Cristo quien guiara su vida. Todos los Santos y Santas tuvieron ese mismo deseo, el dejarse guiar por el Espíritu Santo.

Son muchas veces, de esto hace muchos años, me decía: "Nadie puede vivir el Evangelio". Son personas que en su corazón no se habían decidido a comprender a Cristo, y llegaron a perder mucho. Pero leyendo la vida de los Santos, la vocación franciscana es exactamente el Evangelio de Cristo. Cuando comprendí esto, me alegré muchísimo. Porque si San Francisco de Asís, San Antonio de Padua, San Pedro de Alcántara, y tantos otros pudieron hacerlo, pero solo por la Gracia de Dios.

Pero también había otros muchos devotos, que también desde su hogar, y muchos de la Orden Tercera de San Francisco, llegaron a convertir sus hogares como pequeños monasterios domésticos, porque lo que cuenta es que Cristo está siempre en medio de nosotros; con nosotros, cuando nosotros estamos con Él. Pero no sería conveniente, hacer una vida religiosa distinta a la medida del Corazón de Cristo. Nuestro hombre viejo no quiere saber nada de Cristo ni de la salvación del alma. Siempre está apegado a las cosas terrenales.


Seguir a Cristo, pero al paso de Cristo, porque si seguimos a Cristo, con nuestras cosas, terminamos por perder de vista a Jesús, que va delante de nosotros, y ya no sabemos qué hacer, nos imaginamos que le seguimos, cuando en realidad, ya hemos desviados nuestros pasos de Él, por otros caminos… preocupaciones, apegos a las cosas terrenales, sin reconocer que tales aficiones mundanas nos abren de par en par el infierno para que caigamos, pero en nuestra ceguera no queremos creerlo. Por Internet circula un dibujo que nada tiene que ver con las enseñanzas de Cristo, varias personas le sigue, pero Jesús, les lleva no sé cuántas maletas de ellos. Son dibujos hechos por sectarios, acercándose a mormones o cuáqueros. Los cristianos, para seguir a Cristo necesitamos desprendernos incluso de nuestra propia voluntad, para que la Voluntad de Dios no tenga obstáculo en nuestras vidas, pues ya en la oración del Padre nuestro oramos, «Padre nuestro que estás en los cielos… hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». Cuando comprendemos las enseñanzas de Jesús, nuestro amado Maestro, y la ponemos por obra, según nuestra vocación, todo resulta mucho más fácil, lo imposible para nosotros, Dios lo hace fácil, pero comenzando nosotros a estar integrados en la Santísima Voluntad de Dios.

Es preciso que nos demos prisas, pues la tentación nos engaña haciéndonos creer que poco a poco se hacen las cosas por Jesús y la salvación de las almas. Jesús nuestro Señor tuvo prisa en salvar a las almas.

Hay un detalle en el Evangelio que debería llamarnos la atención, es un ejemplo de lo que nos pide el Señor, pues del mismo modo, que cuando los Apóstoles oyeron de Jesús, la invitación de seguirle, no se demoraron, no se hicieron los “remolones”, sino que al instante lo dejaron todo y le seguían. Leemos también a los tres días de la muerte de Jesús, las mujeres piadosas querían acercarse al sepulcro «Mar»

«El ángel tomó la palabra y les dijo a las mujeres:
»—Vosotras no tengáis miedo; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid a ver el sitio donde estaba puesto. Marchad enseguida y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. Mirad que os lo he dicho.
» Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y una gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: —No tengáis miedo; id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán.» (Mt 28, 5-9).

«Marchad enseguida y decir…»; «Ellas partieron al instante»

Si nos despistamos del Evangelio, nuestro hombre viejo nos someterá a la lentitud en el seguimiento de Cristo. En distintos asuntos de la Iglesia, asuntos importante, hay cosas que parecen lenta, pero no es nada lento el tentador. La lentitud de las almas consagradas les termina por apartar de la verdadera fe, y es triste ahora, ver como se han protestantizados un gran número de almas consagradas. Y lo que es peor, se les han ido de la mano, y los feligreses ya no sienten ese amor a Cristo.

 En nuestra negligencia de hacer las cosas más pausadas, el demonio cobra fuerza para hacerlo todo corriendo, incluso cuando engaña a la gente que hay que orar a toda prisa. El demonio hace dos cosas, que tratemos los asuntos de mala gana, o sea, con la mayor lentitud posible, y por otra obsesionar al tentado, con otros asuntos que no son conforme a los intereses de Cristo. Las prisas del demonio no son las prisas del Señor. Las malas intenciones del tentador, es que el creyente, termina por meterse en el camino de la ingratitud, de la infidelidad, cuando comienza a hacer mal todos los asuntos del Señor.

El cristiano que busca al Señor tiene necesidad de hallar más tiempo en la soledad, que permaneciendo en el tumulto del mundo. El mundo consigue que la fe del creyente se disipe, se disuelva, el demasiado activismo hace peligrar nuestra relación con el Señor. Incluso, de complacer y no molestar a los que viven en el error, haciéndoles ver en el peligro espiritual que está metido, en el riesgo de perder el alma del prójimo como la propia.
Los Santos nos enseñan entre otras cosas, lo importante que es la vida recogida, huir del mundo para saber escuchar al Señor, desde la quietud de nuestro corazón y pensamientos. El activismo es una lacra que puede afectar la vida de oración. Pero la oración nos da fuerzas para emprender la misión del Señor, no según nuestras fuerzas sino por la fuerza de la Gracia y el amor de Dios.

Cuando las cosas no se hacen del modo del Espíritu Santo, el alma se deja guiar por la propia pereza, mientras la descristianización sigue adelante. Quien tiene fe, el alma sigue a Cristo. Un antes de la conversión no debe convertirse en una costumbre para cuando el Señor nos llama. Pero, desgraciadamente, son muchas almas que se consagran al Señor, y no dan el paso, solamente permanecen en el “antes”, lo que le ha llevado a la pereza en la vida espiritual.

Los requisitos para seguir a Cristo nos la presentan el Señor; cualquier lector atento de la Sagrada Biblia, enseguida lo encuentra.
A muchas almas que se han consagrado, aunque hablan de alegría, no suelen mostrar ese entusiasmo por el seguimiento constante al Señor. Pues todavía tienen en su corazón lo que ellos manifiestan claramente, las diversiones profanas, el deporte, el todo vale. “Todos los credos valen”, porque en realidad todavía no han encontrado a Cristo en su corazón.


Cuando estamos rodeados de muchas personas, aunque les hablemos del Evangelio, lo cual es necesario, llevar a las almas a Cristo, y con la ayuda de Dios, apartarlas del bullicio del mundo, hacia la soledad. No solamente ellos, también nosotros, necesitamos de esa soledad para encontrarnos con el Señor, los ruidos en sus diversas formas, ruidos exteriores y ruidos interiores, la oración nos fortalece. Hay muchas personas que dicen que se sienten solas, y otras que para no estar tan solas se apartan incluso a lugares solitarios para estar en la mejor compañía mediante la oración, la lectura de la Sagrada Biblia, la meditación, siempre a la espera de lo que el Señor le quiera hablar.

Estos sermones que a continuación podremos reflexionar, de San Antonio de Padua, están sacado de un libro que compré hace años, en la Editorial Apostolado Mariano. Sevilla. Muchos de los libros que llegué a comprar, se han agotado, y sabe Dios si volverán a reeditarse nuevamente.

Vivencias espirituales

1.               En la soledad hallarás al Señor

Fray Contardo Miglioranza, Franciscano Conventual.

En aquel tiempo dijo Jesús a Pedro: Sígueme (Jn 21, 19). En este pasaje del Evangelio se notan dos cosas: la imitación de Cristo, y el amor que Él tiene hacia su fiel.
La imitación de Cristo se manifiesta en las palabras: Sígueme. Esto lo dijo a Pedro, pero lo dice también a todo cristiano: Sígueme. Por esto afirma Jeremías (3,19): Me llamarás Padre, y no dejará de caminar en pos de Mí. Sígueme, pues; pero no antes, quítate el bagaje, ya que, agobiado por la carga no me puedes seguir a mí que corro. Dice el salmista (118,32): Corrí teniendo sed, se entiende, sed de la salvación humana. ¿Hacia donde corrió? Hacia la cruz.
Entonces corre tú también detrás de Él. Él asumió su cruz por ti, tú también haz lo mismo: toma tu cruz, pero por ti. En el Evangelio de Lucas (9,23) se lee: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese así mismo, o sea, se sacrifique la propia voluntad, tome su cruz mortificando la carne, cada día, es decir, continuamente, y me siga. Así, pues, Sígueme.
O, si deseas venir a mí y hallarme, Sígueme, o sea, búscame aparte. Él dijo a sus discípulos (Mc 6,31): Vengan a un lugar apartado, para descansar un poco. Eran tantos los que iban y venían que no les quedaban tiempo ni para comer. ¡Ay de mí! ¡Cuántas pasiones de la carne y cuántos estrépitos de la mente van y vienen por nuestro corazón! Y así no tenemos ni el tiempo de comer el alimento de la eterna dulzura ni de sentir el sabor de la interior contemplación. Por esto el bondadoso Maestro dice: sepárense del alboroto de la multitud y vengan a un lugar apartado, o sea, a la soledad de la mente y del cuerpo, y descansen un poco. Sí, un poco, porque, como se dice en el Apocalipsis (8,1): Se hizo silencio en el cielo por casi media hora; y en el Salmo (54,7): ¿Quién me dará alas como, para volar y hallar descanso?
Oseas (2,14): Yo lo amamantaré, y la llevaré al desierto, y le hablaré a su corazón. En estas tres frases se nota una triple condición (de la vida espiritual): el que comienza, al que progresa y el que es perfecto. La gracia amamanta e ilumina al que está en los comienzos, para que crezca y progrese de virtud en virtud; entonces lo separa del estrépito de los vicios y del tumulto de los pensamientos, y lo lleva a la soledad, o sea, el descanso de la mente; y allí, después de haberlo perfeccionado, le habla al corazón. Eso se logra cuando siente la dulzura de la divina inspiración y se entrega totalmente al gozo espiritual.
¡Oh! ¡Qué grandes son entonces en su corazón la devoción, la admiración y el júbilo! Por la grandeza de la devoción se eleva se eleva sobre sí mismo, por la pujanza de la admiración se siente transportado por encima de sí mismo y por el impulso del éxtasis, se desapega de sí mismo.
Sígueme. Él habla como una madre cariñosa, cuando enseña a su hijito a caminar. Le muestra un pastel o una manzana y le dice: «Ven en pos de mí y te los daré» Y cuando el niño se le acerca hasta casi alcanzarla, la madre se aleja poco a poco, y siempre mostrándole las golosinas, le repite: «Sígueme si quieres recibirlas».
Existen aves que sacan fuera del nido a sus polluelos y con su vuelo les enseñan a volar y a seguirlas. Así obra Cristo: para que le sigamos, Él mismo se ofrece como ejemplo y promete el premio en el Reino de los cielos.
Sígueme, pues, porque yo conozco el buen camino, para guiarte. A este propósito está escrito en el libro de los Proverbios (4,11-12): Yo te muestro el camino de la sabiduría; te conduciré por sendas rectas. Así, cuando camines, tus pasos no serán estorbado; y si corres, no tropezarás.
En el camino de la sabiduría es el camino de la humildad; cualquier otro es el camino de la necedad, porque es el de la soberbia. Este camino nos lo mostró Jesús, al decirnos, Aprended de mí que soy Manso y Humilde de corazón, y hallarán  reposo para sus almas (Mt 11,29). La senda es estrecha, de un ancho para dos pies, para que otro no pueda pasar. Senda deriva de «semis», que significa «medio camino».
Sendas de la rectitud son las de la pobreza y de la obediencia, por las que Cristo, pobre y obediente te conduce con su ejemplo. En aquellas sendas no hay nada tortuoso, sino todo es rectilíneo y llano. Pero lo que suscita maravillas, es el hecho de que, aún siendo tan estrechas, los pasos que las recorren no se hallan estorbados. En cambio, el camino del mundo es ancho y espacioso; sin embargo, los que viven según el mundo, no lo hallan suficientemente ancho, como les pasa a los borrachos que hallan estrecho todo camino, aun si es muy ancho.
El mal, efectivamente, tiene su congénita angostura; en cambio, la pobreza y la obediencia por un lado estrechan y condicionan por el otro dan libertad, porque la pobreza hace ricos y la obediencia hace libres. El que corre por estos senderos en pos de Jesús, no halla tropiezos ni de las riquezas ni de la propia voluntad.
Sígueme, pues, y te mostraré lo que «ni ojo vio, ni oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman» (1Cor 2,9). Sígueme, y, como dice Isaías (45,3 y 60,5): «Te daré tesoros escondidos y secretos arcanos; y tú, al verlo, te pondrás radiante, y tu corazón palpitará y se dilatará».
Verás a Dios cara a cara como es (1Jn 3,2); estarás colmado de deleites y de riquezas de la doble estola del alma y del cuerpo. Tu corazón admirará los órdenes de los ángeles y las moradas de los bienaventurados, y por el gozo se dilatará en el júbilo y en la alabanza.


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El amor de Cristo hacia quien le es fiel se ve, por ejemplo, en el pasaje: Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, aquel que en la cena se había inclinado sobre su pecho (Jn 21,20)
El que de veras sigue a Cristo, desea que todos lo sigan; y por esto se dirige hacia su prójimo con fervorosa solicitud, devota oración y predicación de la Palabra. Justamente esto significa el volverse de Pedro; y concuerda con la parte final del Apocalipsis (22,17): El esposo y la esposa -o sea, Cristo y la Iglesia– dicen: “Ven”. Y el que escucha, diga también; “Ven” ».
Cristo, por medio de la inspiración, y la Iglesia, por medio de la predicación, dicen al hombre: «Ven». Y el que escucha estas palabras, a su vez, diga a su prójimo: «Ven», o sea, «Sigue a Jesús».
Volviéndose, Pedro vio que lo seguía aquel discípulo, a quien Jesús amaba. Jesús ama al que le sigue. Por esto se le puede aplicar lo de los Números (14,24): A mi siervo Caleb, que me siguió fielmente, lo introduciré en el país que ha explorado, y sus descendientes lo poseerán.

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El discípulo que Jesús amaba. Se calla el nombre, pero con esas palabras se indica a Juan, y se le distingue de los demás, no porque Jesús lo ama a él solo, sino que lo amaba más que a los demás. Amaba también a los demás, pero a éste lo amaba con mayor familiaridad. Lo enriqueció con una más abundante dulzura de su amor, porque fue elegido siendo virgen y virgen permaneció; por esto Jesús le confió a su Madre.
En la cena Juan reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús. Fue una manera de gran amor el haberse reclinado ¡sólo él! Sobre el pecho de Jesús, en el que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col 2,3). En este gesto se representaban todos los misterios de las cosas divinas que Juan, a diferencia de los demás apóstoles, más adelante escribiría.
Observa que Jacob descansó sobre una piedra y Juan sobre el pecho de Jesús; aquel durante el viaje, éste durante la cena. En Jacob son simbolizados los peregrinos, en Juan los bienaventurados; aquellos durante el camino terrenal, éstos ya llegados a la Patria celestial.
En el Génesis (28,10-13) se lée: «Jacob salió de Bersebá y fue a Jarán. Al querer descansa, tomó una piedra por almohada y durmió. En el suelo vio una escala, apoyada en la tierra y que tocaba el cielo, y por lo cual subían y bajaban los ángeles de Dios; y el Señor estaba en lo alto».
Jacob es el justo que todavía peregrina en esta tierra, en la que está sujeto a muchas luchas; parte de Bersebá, que significa «pozo» y representa justamente el pozo sin fondo de la codicia humana; va hacia Jarán, que significa «excelso» y por eso representa la Jerusalén celestial. Por eso dice Habacuc (cf. 3,16); subiré a un pueblo armado que triunfó sobre un mundo perverso, que triunfó sobre un mundo perverso.
Y porque desea aliviar las fatigas de su peregrinación, coloca una piedra, la firmeza de la fe; la escala erguida, el doble amor (hacia Dios y el prójimo). Los ángeles son los hombres justos, que suben a Dios con la elevación de su, mente, pero también se inclinan hacia el prójimo a través de la compasión del alma.
El justo pues, durante su peregrinación terrenal para descansar, posa la mente en la firmeza de la fe. Por eso se lee en los Proverbios (30,26). El gazapo es por su naturaleza débil y por eso hace su cueva entre las piedras. El gazapo, animal tímido, representa al que es débil espiritualmente, y por ende no sabe oponerse contra las ofensas de todo género, y para descansar y dormir, coloca el lecho de su esperanza en la piedra de la fe. Así ve erigida en sí mismo la escala de la caridad.
Observa que el Señor está apoyado en la escala por dos motivos: para sostenerla y acoger a los que suben por ella. El sostiene, efectivamente, el peso de nuestra fragilidad, para que podamos subir mediante las obras de caridad; y acoge a los que suben, para que, con Él, que es eterno y dichoso, también nosotros seamos eternos y dichosos.
Entonces en aquella cena que nos saciará para siempre, descansaremos con Juan sobre el pecho de Jesús. Como el corazón está en el pecho, así el amor está en el corazón. Descansaremos en su amor, porque lo amaremos con todo el corazón, y con tora el alma, y hallaremos en Él todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.
¡Oh amor de Jesús! ¡Oh tesoro puesto en el amor, oh sabiduría de inestimable sabor, o ciencia de todo saber! Dice el salmista (16,15): Me saciaré cuando aparezca tu semblante radiante; y: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo. (Jn 17,3). A Él sean gloria y alabanza por los siglos eternos. ¡Amén!
(En la fiesta de San Juan Evangelista: III, 31-35)


San Antonio de Padua, «La Palabra tiene fuerza cuando va acompañado de las buenas obras»

Muchas personas devotas de la Familia Franciscana, encuentran su alegría, al menos en pertenecer en la TOF: [Tercera Orden Franciscana] ...