Beata Ana Catalina Emmerick
Parte IV, Tomo III
Según las anotaciones de Clemente Brentano
Bernardo E. Overbeg y Guillermo Wesener
Ciudadelalibros 2012
Según las anotaciones de Clemente Brentano
Bernardo E. Overbeg y Guillermo Wesener
Ciudadelalibros 2012
56. Llegan al país del rey de Causur
He vuelto a ver a los Reyes en las inmediaciones de una
ciudad, cuyo nombre me suena como Causur. Esta población se componía de carpas
levantadas sobre bases de piedra. Se detuvieron en casa del jefe o rey del
país, cuya habitación se encontraba a alguna distancia. Desde que se habían
reunido en la población en ruinas hasta aquí, habían andado cincuenta y tres o
sesenta y tres horas de camino. Contaron al rey del lugar todo lo que habían
observado en las estrellas y este rey se asombró mucho del relato. Miró hacia
el astro que les servía de guía y vio, en efecto, a un Niñito en él con una
cruz. Pidió a los Reyes volvieran a contarle lo que vieren, porque él también
deseaba levantar altares al Niño y ofrecerle sacrificios. Tengo curiosidad de
ver si cumplirá su palabra. Era Domingo,
día 2.
Oí que hablaban al rey de sus observaciones astrales, y de
esa conversación recuerdo lo siguiente: Los
antepasados de los Reyes eran de la estirpe de Job, que antiguamente
había habitado cerca del Cáucaso, aunque tenía posesiones en comarcas muy
lejanas. Más o menos 1500 años antes de Cristo, aquella raza no se componía más
que de una tribu. El profeta Balaam era de su país y uno de sus discípulos
había dado a conocer allí su profecía: «Una estrella ha de nacer de Jacob» dando las instrucciones
al respecto. Su doctrina se había extendido mucho entre ellos. Levantaron una
torre alta en una montaña y varios astrólogos se turnaban en ella
alternativamente. He visto esa torre, parecida a una montaña, muy ancha en su
base y terminada en punta. Todo lo que observaban era anotado y pasaba luego de
boca en boca. Estas observaciones sufrieron repetidas interrupciones debido a
diversas causas. Más tarde se introdujeron prácticas execrables, como el
sacrificio de niños, aunque conservaban la creencia de que el Niño prometido
llegaría pronto. Alrededor de cinco siglos antes de Cristo cesaron estas
observaciones y aquellos hombres se dividieron en tres ramas diferentes,
formadas por tres hermanos que vivieron separados con sus familias. Tenían tres
hijas a las que Dios había concedido el don de profecía, las cuales recorrieron
el país vestidas de largos mantos, haciendo conocer las predicciones relativas
a la estrella y al Niño que debía salir de Jacob.
Se dedicaron desde entonces nuevamente a observar los astros
y la expectación se hizo muy intensa en las tres tribus. Estos tres Reyes
descendían de aquellos tres hermanos a través de quince generaciones que se
habían sucedido en línea recta durante quinientos años. Con la mezcla de unas
razas con otras había variado también la tez de estos tres Reyes, y en el color
se diferenciaban unos de otros. Desde esos cinco siglos no habían dejado de
reunirse los reyes de vez en cuando para observar los astros. Todos los hechos
notables relacionados con el nacimiento de Jesús y el advenimiento del Mesías
les habían sido indicados mediante las señales maravillosas de los astros. He
visto algunas de estas señales, aunque no las puedo describir con claridad.
Desde la concepción de María Santísima, es decir, desde
quince años atrás, estas señales indicaban con más
claridad que la venida del Niño estaba próxima. Los Reyes habían
observado cosas que tenían relación con la pasión del Señor. Pudieron calcular
con exactitud la época en que saldría la estrella de Jacob, anunciada por
Balaam, porque habían visto la escala de Jacob, y, según el número de escalones
y la sucesión de los cuadros que allí se encontraban, era posible calcular el
advenimiento del Mesías, como sobre un calendario, porque la extremidad de la
escala llegaba hasta la estrella o bien la estrella misma era la última imagen
aparecida.
En el momento de la concepción de María habían visto a la
Virgen con un cetro y una balanza, sobre cuyos platillos había espigas de trigo
y uvas. Algo más tarde vieron a la Virgen con el Niño. Belén se les apareció
como un hermoso palacio, una casa llena de abundantes bendiciones. Vieron
también allí dentro a la Jerusalén celestial, y entre las dos moradas se
extendía una ruta llena de sombras, de espinas, de combate y de sangre. Ellos
creyeron que esto debía tomarse al pie de la letra: pensaron que el Rey
esperado debía haber nacido en medio de gran pompa y que todos los pueblos le
rendirían homenaje, y por esto iban con gran acompañamiento a honrarle y a
ofrecerle sus dones.
La visión de la Jerusalén celestial la tomaron por su reino
en la tierra y pensaban encaminarse a esa ciudad. En cuanto al sendero lleno de
sombras y espinas, pensaron que significaba el viaje que hacían lleno de
dificultades o alguna guerra que amenazaba al nuevo Rey. Ignoraban que esto era
el símbolo de la vía dolorosa de su Pasión. Más abajo, en la escala de Jacob,
vieron, y yo también la vi, una torre artísticamente construida, muy semejante
a las torres que veo sobre el monte de los Profetas, y donde la Virgen se
refugió una vez durante una tormenta. Ya no recuerdo lo que esto significaba;
pero podría ser la huida a Egipto. Sobre la escala de Jacob había una serie de
cuadros, símbolos figurativos de la Virgen, algunos de los cuales se encuentran
en las Letanías, y además “la fuente sellada”, el jardín cerrado, como asimismo
unas figuras de reyes entre los cuales uno tenía un cetro y los otros ramas de
árboles. Estos cuadros los veían en las estrellas continuamente durante las
tres últimas noches. Fue entonces que el principal envió mensajes a los otros;
y viendo a unos reyes que presentaban ofrendas al Niño recién nacido, se
pusieron en camino para no ser los últimos en rendirle homenaje. Todas las tribus
de los adoradores de astros habían visto la estrella; pero sólo estos Reyes
Magos se decidieron a seguirla. La estrella que los guiaba no era un cometa, sino un meteoro
brillante, conducido por un ángel.
Estas visiones fueron causa de que partieran con la
esperanza de hallar grandes cosas, quedando después muy sorprendidos al no
encontrar nada de lo que pensaban. Se admiraron de la recepción de Herodes y de
que todo el mundo ignorase el acontecimiento. Al llegar a Belén y al ver una
pobre gruta en lugar del palacio que habían contemplado en la estrella,
estuvieron tentados por muchas dudas; no obstante, conservaron su fe, y ya ante
el Niño Jesús, reconocieron que lo que habían visto en la estrella se estaba
realizando.
Mientras observaban las estrellas hacían ayuno, oraciones,
ceremonias y toda clase de abstinencias y purificaciones. El culto de los
astros ejercía en la gente mala toda clase de influencias perniciosas por su
relación con los espíritus malignos. En los momentos de sus visiones eran presas
de convulsiones violentas, y como consecuencia de éstas agitaciones tenían
lugar los sacrificios sangrientos de niños. Otras
personas buenas, como los Reyes Magos, veían todas estas cosas con claridad
serena y con agradable emoción, y se volvían mejores y más creyentes.
Cuando los Reyes
dejaron a Causur, he visto que se unió a ellos una caravana de viajeros
distinguidos que seguía el mismo derrotero. El 3 y el 4 del mes vi que
atravesaban una llanura extensa, y el 5 se detuvieron cerca de un pozo de agua.
Allí dieron de beber a sus bestias, sin descargarlas, y prepararon algunos
alimentos. Canto con estos Reyes. Ellos lo hacen agradablemente, con palabras
como éstas: “Queremos pasar las montañas y arrodillarnos ante el nuevo Rey”.
Improvisan y cantan versos alternativamente. Uno de ellos empieza y los otros
repiten; luego otro dice una nueva estrofa, y así prosiguen, mientras cabalgan,
cantando sus melodías dulces y conmovedoras. En el centro de la estrella o,
mejor, dentro del globo luminoso, que les indicaba el camino, vi aparecer un
Niño con la cruz. Cuando los Reyes vieron la aparición de la Virgen en las
estrellas, el globo luminoso se puso encima de esta imagen, poniéndose
prontamente en movimiento.
57. La Virgen Santísima presiente la
llegada de los Reyes
María había tenido una visión de la próxima llegada de los
Reyes, cuando éstos se detuvieron con el rey de Causur, y vio también que este
rey quería levantar un altar para honrar al Niño. Comunicólo a José y a Isabel,
diciéndoles que sería preciso vaciar cuanto se pudiera la gruta del Pesebre y
preparar la recepción de los Reyes. María se retiró ayer de la gruta por causa
de unos visitantes curiosos, que acudieron muchos más en estos últimos días.
Hoy Isabel se volvió a Juta en compañía de un criado. En
estos dos últimos días hubo más tranquilidad en la gruta del Pesebre y la
Sagrada Familia permaneció sola la mayor parte del tiempo. Una criada de María,
mujer de unos treinta años, grave y humilde, era la única persona que los
acompañaba. Esta mujer, viuda, sin hijos, era parienta de Ana, quien le había
dado asilo en su casa. Había sufrido mucho con su esposo, hombre duro, porque
siendo ella piadosa y buena, iba a menudo a ver a los esenios con la esperanza
del Salvador de Israel. El hombre se irritaba por esto, como hacen los hombres
perversos de nuestros días, a quienes les parece que sus mujeres van demasiado
a la iglesia. Después de haber abandonado a su mujer, murió al poco tiempo.
Aquellos vagabundos que, mendigando, habían proferido
injurias y maldiciones cerca de la gruta de Belén, e iban a Jerusalén para la
fiesta de la Dedicación del Templo, instituida por los Macabeos, no volvieron
por estos contornos. José celebró el sábado bajo la lámpara del Pesebre con
María y la criada. Esta noche empezó la fiesta de la Dedicación del Templo y
reina gran tranquilidad. Los visitantes, bastante numerosos, son gentes que van
a la fiesta. Ana envía a menudo mensajeros para traer presentes e inquirir
noticias.
Como las madres judías no amamantan mucho tiempo a sus
criaturas, sino que les dan otros alimentos, así el Niño Jesús tomaba también,
después de los primeros días, una papilla hecha con la médula de una especie de
caña. Es un alimento dulce, liviano y nutritivo. José enciende su lámpara por
la noche y por la mañana para celebrar la fiesta de la Dedicación. Desde que ha
empezado la fiesta en Jerusalén, aquí están muy tranquilos. Llegó hoy un criado
mandado por Santa Ana trayendo, además de varios objetos, todo lo necesario
para trabajar en un ceñidor y un cesto lleno de hermosas frutas cubiertas de
rosas. Las flores puestas sobre las frutas conservaban toda su frescura. El
cesto era alto y fino, y las rosas no eran del mismo color que las nuestras,
sino de un tinte pálido y color de carne, entre otras amarillas y blancas y
algunos capullos. Me pareció que le agradó a María este cesto y lo colocó a su
lado.
Mientras tanto yo veía varias veces a los Reyes en su viaje.
Iban por un camino montañoso, franqueando aquellas montañas donde había piedras
parecidas a fragmentos de cerámica. Me agradaría tener algunas de ellas, pues
son bonitas y pulidas. Hay algunas montañas con piedras transparentes,
semejantes a huevos de pájaros, y mucha arena blancuzca. Más tarde vi a los
Reyes en la comarca donde se establecieron posteriormente y donde Jesús los
visitó en el tercer año de su predicación. Me pareció que José, deseando
permanecer en Belén, pensaba habitar allí después de la Purificación de María y
que había tomado ya informes al respecto.
Hace tres días vinieron algunas personas pudientes de Belén
a la gruta. Ahora aceptarían de muy buena gana a la Sagrada Familia en sus
casas; pero María se ocultó en la gruta lateral y José rehusó modestamente sus
ofrecimientos. Santa Ana está por visitar a María. La he visto muy preocupada
en estos últimos días revisando sus rebaños y haciendo la separación de la
parte de los pobres y la del Templo. De la misma manera la Sagrada Familia
reparte todo lo que recibe en regalos.
La festividad de la Dedicación seguía aún por la mañana y
por la noche, y deben de haber agregado otra fiesta el día 13, pues pude ver
que en Jerusalén hacían cambios en las ceremonias. Vi también a un sacerdote
junto a José, con un rollo, orando al lado de una mesa pequeña cubierta con una
carpeta roja y blanca. Me pareció que el sacerdote venía a ver si José
celebraba la fiesta o para anunciar otra festividad.
En estos últimos días la gruta estuvo muy tranquila porque
no tenía visitantes. La fiesta de la Dedicación terminó con el sábado, y José
dejó de encender las lámparas. El domingo 16 y el lunes 17 muchos de los
alrededores acudieron a la gruta del Pesebre, y aquellos mendigos descarados se
mostraron en la entrada. Todos volvían de las fiestas de la Dedicación. El 17
llegaron dos mensajeros de parte de Ana, con alimentos y diversos objetos, y
María, que es más generosa que yo, pronto distribuyó todo lo que tenía. Vi a
José haciendo diversos arreglos en la gruta del pesebre, en las grutas
laterales y en la tumba de Maraha. Según la visión que había tenido María,
esperaban próximamente a Ana y a los Reyes Magos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.