viernes, 5 de enero de 2018

Beata Ana Catalina Emmerick: 58. El viaje de los Reyes Magos. 59. Llegada de Santa Ana a Belén




Beata Ana Catalina Emmerick Parte IV, Tomo III
Según las anotaciones de Clemente Brentano
Bernardo E. Overbeg y Guillermo Wesener
Ciudadelalibros 2012



58. El viaje de los Reyes Magos



14-17 de diciembre
He visto llegar hoy la caravana de los Reyes, por la noche, a una población pequeña con casas dispersas, algunas rodeadas de grandes vallas. Me parece que es éste el primer lugar donde se entra en la Judea. Aunque aquella era la dirección de Belén, los Reyes torcieron hacia la derecha, quizás por no hallar otro camino más directo. Al llegar allí su canto era más expresivo y animado; estaban más contentos porque la estrella tenía un brillo extraordinario: era como la claridad de la luna llena, y las sombras se veían con mucha nitidez. A pesar de todo, los habitantes parecían no reparar en ella. Por otra parte eran buenos y serviciales.

Algunos viajeros habían desmontado y los habitantes ayudaban a dar de beber a las bestias. Pensé en los tiempos de Abrahán, cuando todos los hombres eran serviciales y benévolos. Muchas personas acompañaron a la comitiva de los Reyes Magos llevando palmas y ramas de árboles cuando pasaron por la ciudad. La estrella no tenía siempre el mismo brillo: a veces se oscurecía un tanto; parecía que daba más claridad según fueran mejores los lugares que cruzaban. Cuando vieron los Reyes resplandecer más a la estrella, se alegraron mucho pensando que sería allí donde encontrarían al Mesías.

Martes, 18 de diciembre
Esta mañana pasaron al lado de una ciudad sombría, cubierta de tinieblas, sin detenerse en ella, y poco después atravesaron un arroyo que se echa en el Mar Muerto. Algunas de las personas que los acompañaban se quedaron en estos sitios. He sabido que una de aquellas ciudades había servido de refugio a alguien en ocasión de un combate, antes que Salomón subiera al trono. Atravesando el torrente, encontraron un buen camino.

19 de diciembre
Esta noche volví a ver el acompañamiento de los Reyes que había aumentado a unas doscientas personas porque la generosidad de ellos había hecho que muchos se agregaran al cortejo. Ahora se acercaban por el Oriente a una ciudad cerca de la cual pasó Jesús, sin entrar, el 31 de Julio del segundo año de su predicación. El nombre de esa ciudad me pareció Manatea, Metanea, Medana o Madián*. Había allí judíos y paganos; en general eran malos. A pesar de atravesarla una gran ruta, no quisieron entrar por ella los Reyes y pasaron frente al lado oriental para llegar a un lugar amurallado donde había cobertizos y caballerizas. En este lugar levantaron sus carpas, dieron de beber y comer a sus animales y tomaron también ellos su alimento.
*   San Jerónimo menciona el pueblo de Metán, cerca del Arnon

Los Reyes se detuvieron allí el jueves 20 y el viernes 21 y se pusieron muy pesarosos al comprobar que allí tampoco nadie sabía nada del Rey recién nacido. Les oí relatar a los habitantes las causas porque habían venido, lo largo del viaje y varias circunstancias del camino. Recuerdo algo de lo que dijeron. El Rey recién nacido les había sido anunciado mucho tiempo antes. Me parece que fue poco después de Job, antes que Abrahán pasara a Egipto, pues unos trescientos hombres de la Media, del país de Job (con otros de diferentes lugares) habían viajado hasta Egipto llegando hasta la región de Heliópolis. No recuerdo por qué habían ido tan lejos; pero era una expedición militar y me parece que habían venido en auxilio de otros. Su expedición era digna de reprobación, porque entendí que habían ido contra algo santo, no recuerdo si contra hombres buenos o contra algún misterio religioso relacionado con la realización de la Promesa divina. En los alrededores de Heliópolis varios jefes tuvieron una revelación con la aparición de un ángel que no les permitió ir más lejos. Este ángel les anunció que nacería un Salvador de una Virgen, que debía ser honrado por sus descendientes. Ya no sé cómo sucedió todo esto; pero volvieron a su país y comenzaron a observar los astros. Los he visto en Egipto organizando fiestas regocijantes, alzando allí arcos de triunfo y altares, que adornaban con flores, y después regresaron a sus tierras. Eran gentes de la Media, que tenían el culto de los astros. Eran de alta estatura, casi gigantes, de una hermosa piel morena amarillenta. Iban como nómadas con sus rebaños y dominaban en todas partes por su fuerza superior. No recuerdo el nombre de un profeta principal que se encontraba entre ellos. Tenían conocimiento de muchas predicciones y observaban ciertas señales trasmitidas por los animales. Si éstos se cruzaban en su camino y se dejaban matar, sin huir, era un signo para ellos y se apartaban de aquellos caminos. Los Medos, al volver de la tierra de Egipto, según contaban los Reyes, habían sido los primeros en hablar de la profecía y desde entonces se habían puesto a observar los astros. Estas observaciones cayeron algún tiempo en desuso; pero fueron renovadas por un discípulo de Balaam y mil años después las tres profetisas, hijas de los antepasados de los tres Reyes, las volvieron a poner en práctica. Cincuenta años más tarde, es decir, en la época a que habían llegado, apareció la estrella que ahora seguían para adorar al nuevo Rey recién nacido. Estas cosas relataban los Reyes a sus oyentes con mucha sencillez y sinceridad, entristeciéndose mucho al ver que aquéllos no parecían querer prestar fe a lo que desde dos mil años atrás había sido el objeto de la esperanza y deseos de sus antepasados.

A la caída de la tarde se oscureció un poco la estrella a causa de algunos vapores, pero por la noche se mostró muy brillante entre las nubes que corrían, y parecía más cerca de la tierra. Se levantaron entonces rápidamente, despertaron a los habitantes del país y les mostraron el espléndido astro. Aquella gente miró con extrañeza, asombro y alguna conmoción el cielo; pero muchos se irritaron aun contra los santos Reyes, y la mayoría sólo trató de sacar provecho de la generosidad con que trataban a todos. Les oí también decir cosas referentes a su jornada hasta allí. Contaban el camino por jornadas a pie, calculando en doce leguas cada jornada. Montando en sus dromedarios, que eran más rápidos que los caballos, hacían treinta y seis leguas diarias, contando la noche y los descansos. De este modo, el Rey que vivía más lejos pudo hacer, en dos días, cinco veces las doce leguas que los separaban del sitio donde se habían reunido, y los que vivían más cerca podían hacer en un día y una noche tres veces doce leguas. Desde el lugar donde se habían reunido hasta aquí habían completado 672 leguas de camino, y para hacerlo, calculando desde el nacimiento de Jesucristo, habían empleado más o menos veinticinco días con sus noches, contando también los dos días de reposo.

La noche del viernes 21, habiendo comenzado el sábado para los judíos que habitaban allí, los Reyes prepararon su partida. Los habitantes del lugar habían ido a la sinagoga de un lugar vecino pasando sobre un puente hacia el Oeste. He visto que estos judíos miraban con gran asombro la estrella que guiaba a los Magos; pero no por eso se mostraron más respetuosos. Aquellos hombres desvergonzados estuvieron muy importunos, apretándose como enjambres de avispas alrededor de los Reyes, demostrando ser viles y pedigüeños, mientras los Reyes, llenos de paciencia, les daban sin cesar pequeñas piezas amarillas, triangulares, muy delgadas, y granos de metal oscuro. Creo por eso que debían ser muy ricos estos Reyes. Acompañados por los habitantes del lugar dieron vueltas a los muros de la ciudad, donde vi algunos templos con ídolos; más tarde atravesaron el torrente sobre un puente, y costearon la aldea judía. Desde aquí tenían un camino de veinticuatro leguas para llegar a Jerusalén.





59. Llegada de Santa Ana a Belén

Noche del 19 de diciembre
He visto a Santa Ana con María de Helí, una criada, un servidor y dos asnos pasando la noche a poca distancia de Betania, de camino para Belén. José había completado los arreglos tanto en la gruta del Pesebre como en las grutas laterales, para recibir a los Reyes Magos, cuya llegada había anunciado María, mientras se hallaban en Causur, y también para hospedar a los venidos de Nazaret. José y María se habían retirado a otra gruta con el Niño, de modo que la del Pesebre se encontraba libre, no quedando en ella más que el asno. Si mal no recuerdo José había pagado ya el segundo de los impuestos hacía algún tiempo, y nuevas personas venidas de Belén para ver al Niño tuvieron la dicha de tomarlo en sus brazos. En cambio, cuando otras lo querían alzar, lloraba y volvía la cabeza.

Viernes, 21 de diciembre
He visto a la Virgen tranquila en su nueva habitación discretamente arreglada: el lecho estaba contra la pared y el Niño Jesús se encontraba a su lado, en una cesta larga, hecha de cortezas, acomodada sobre una horqueta. Un tabique hecho de zarzos separaba el lecho de María y la cuna del Niño del resto de la gruta. Durante el día, para no estar sola, se sentaba delante del tabique con el Niño a su lado. José descansaba en otra parte retirada de la gruta. Lo he visto llevando alimentos a María, servidos en una fuente, como también ofrecerle un cantarillo con agua.

Jueves, 20 de diciembre
Esta noche comenzaba un día de ayuno: todos los alimentos debían estar preparados para el día siguiente; el fuego estaba cubierto y las aberturas veladas*. [Los días de ayuno de los judíos son el 8 y 16 del mes de tebet]. Entretanto había llegado Santa Ana con la hermana mayor de María y una criada. Estas personas debían pasar la noche en la gruta de Belén: por eso la Sagrada Familia se había retirado a la gruta lateral. Hoy he visto a María que ponía el Niño en los brazos de Santa Ana. Esta se hallaba profundamente conmovida. Había traído consigo colchas, pañales y varios alimentos, y dormía en el mismo sitio donde había reposado Isabel. María le relató todo lo sucedido. Ana lloraba en compañía de María. El relato fue alegrado por las caricias del Niño Jesús. Hoy vi a la Virgen volver a la gruta del Pesebre y al pequeño Jesús acostado allí de nuevo. Cuando José y María se encuentran solos cerca del Niño, los veo a menudo ponerse en adoración ante Él. Hoy vi a Ana cerca del Pesebre con María en una actitud reverente, contemplando al Niño Jesús con sentimiento de gran fervor. No sé si las personas venidas con Ana habían pasado la noche en la gruta lateral o habían ido a otro lugar; creo que estaban en otro sitio. Ana trajo diversos objetos para el Niño y la Madre. María ha recibido ya muchas cosas desde que se encuentra aquí; pero todo sigue pareciendo muy pobre porque María reparte lo que no es absolutamente necesario. Le dijo a Ana que los Reyes llegarían muy pronto y que su llegada causaría gran impresión. Esta misma noche, después de terminado el Sábado, vi que Ana con sus acompañantes se retiró de la compañía de María, durante la estadía de los Reyes, a casa de su hermana casada, para volver después. Ya no recuerdo el nombre de la población, de la tribu de Benjamín, que se compone de algunas casas, en una llanura y se encuentra a media legua del último lugar del alojamiento de la Santa Familia en su viaje a Belén.

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