El tiempo de la Santa Navidad, de momento las meditaciones que
la Beata Anna Catalina de Emmerick en sus revelaciones y visiones tendrá un
tiempo de pausa, para continuar con la oración de Jesús, y si Dios quiere, más
adelante seguiremos con las revelaciones.
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (1-3)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (4-6)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (7-9)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (10-12)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (13-14)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (15-16)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (17-18)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (19-20)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (21-22)
- San Cipriano de Cartago: La oración dominical, (23-24)
San Cipriano de Cartago
Obras completas
La oración dominical: el Padre Nuestro
Tomo I.
Biblioteca de Autores Cristianos.
25 )
El
Señor nos ha enseñado como algo necesario que también que hemos de decir la
oración: «Y no nos deje caer en la tentación». En esta parte del
Padrenuestro nos ha mostrado no puede nada contra nosotros si Dios antes no se
lo permite, para que todo nuestro temor, devoción y obediencia se dirijan solo
Dios, ya que nada puede el maligno en nuestras tentaciones, si el Señor no se
lo concede. Esto lo demuestra la Escritura cuando dice: «Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén, y el Señor la
entregó a sus manos» (Dan 1,1-2) [1Re 24,11). El poder se le ha concedido al maligno contra nosotros
según nuestros pecados, como está escrito: «¿Quién
entregó al pillaje Jacob, y a Israel a los saqueadores? ¿Acaso no ha sido Dios,
contra el que pecaron y cuyos caminos no querían seguir, ni observar su Ley?
Descargó sobre ellos la ira de su indignación» (Is 42,24-25).
Y de nuevo, cuando pecó Salomón y se alejó de los mandamientos y los caminos
del Señor se dice: «Y suscitó el Señor a
Satanás contra Salomón» (1Re 11,23).
26)
Se
le concede contra nosotros un doble poder; o castigarnos cuando pecamos, o
servirnos de mérito cuando somos probados, tal como vemos que sucede en el caso
de Job, según declara el mismo Dios cuando dice: «He aquí que pongo en tus manos todo lo que tiene, pero cuida de no
tocarlo a él» (Job 1,12). Y el Señor durante su pasión, dice en el Evangelio: «No tendrías contra mí ningún poder si no se
te hubiera dado de lo alto» (Jn 19,11). Cuando nosotros pedimos no caer en la tentación somos
advertidos de nuestra debilidad, para que ninguno se enaltezca de manera
insolente y se convierta en un arrogante, porque el que se comporta así rechaza
el poder de Dios, pensando que es propia la gloria de su confesión o de sus
sufrimientos. Pues el mismo Señor nos
enseña humildad cuando dice: «Velad y
orad, para que no caigáis en tentación: el espíritu está pronto, pero la carne
es débil» (Mt 26,41), para que nos sea concedido por su misericordia todo lo
que se le pide con temor y respeto, cuando precede una confesión humilde y
sumisa, atribuyendo todo a Dios.
Nos vienen tentaciones, pero cuando vigilamos nuestros pensamientos, estamos muy alerta. Cuando rezamos con el corazón, estamos creciendo en humildad. Cuando estamos en comunión con el Señor, el tentador no podrá vencernos. La humildad de Jesús en nosotros, cierra las puertas a los enemigos del alma. Seremos tentados, pero siempre en Jesús vencemos.
ResponderEliminarHubo un tiempo en que las tentaciones eran tan fuertes, y las comparo, como si un edificio cayera sobre una hormiga. Pero el poder de la oración, la rápida ayuda de Jesús, novenas, que son muy necesarias, la devoción a la Santísima Madre de Dios, en un instante el enemigo es expulsado de nuestra vida, pero no se rinde, porque siempre espera a que dejemos de orar para arrojarse sobre nosotros. La oración del Padre nuestro, el santo rosario meditado siempre es necesaria para nosotros, insisto en ello.
Puesto que el Señor no nos impulsa a las tentaciones, tampoco debemos quererlo nosotros, sino que a la mínima ocasión de peligros, al instante debemos huir de todos los peligros.
«Velad y orad, para que no caigáis en tentación: el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26,41)