miércoles, 27 de diciembre de 2017

Beata Ana Catalina Emmerick, 45. Señales en la naturaleza. Anuncio a los pastores


Beata Ana Catalina Emmerick
Tomo II
Según las anotaciones de Clemente Brentano
Bernardo E. Overbeg y Guillermo Wesener
Ciudadelalibros 2012

45. Señales en la naturaleza.
Anuncio a los pastores



He visto en muchos lugares, hasta en los más lejanos, una insólita alegría, un extraordinario movimiento en esta noche. He visto los corazones de muchos hombres de buena voluntad reanimados por un ansia, plena de alegría, y, en cambio, los corazones de los perversos llenos de temores. Hasta en los animales he visto manifestarse alegría en sus movimientos y brincos. Las flores levantaban sus corolas, las plantas y los árboles tomaban nuevo vigor y verdor, y esparcían sus fragancias y perfumes. He visto brotar fuentes de agua de la tierra. En el momento mismo del nacimiento de Jesús, brotó una fuente abundante en la gruta de la colina del norte. Cuando al día siguiente lo notó José, le preparó enseguida un desagüe. El cielo tenia un color rojo oscuro sobre Belén, mientras se veía un vapor tenue y brillante sobre la Gruta del Pesebre, el valle de la gruta de Maraha y el Valle de los Pastores.

A legua y media de la gruta de Belén, en el Valle de los Pastores, había una colina donde empezaba una serie de viñedos que se extendía hasta Gaza. En las faldas de la colina estaban las chozas de tres pastores, jefes de las familias de los demás pastores de las inmediaciones. A distancia doble de la Gruta del Pesebre se encontraba lo que llamaban la torre de los pastores. Era un gran anclaje piramidal, hecho de madera, que tenía por base enormes bloques de la misma roca: estaba rodeado de árboles verdes y se alzaba sobre una colina aislada en medio de una llanura. Estaba rodeado de escaleras; tenía galería y torrecillas, todo cubierto de esteras. Guardaba cierto parecido con las torres de madera que he visto en el país de los Reyes Magos, desde donde observaban las estrellas. Desde lejos producía la impresión de un gran barco con muchos mástiles y velas. Desde esta torre se gozaba de una esplendida vista de toda la comarca. Se veía Jerusalén y la montaña de la tentación en el desierto de Jericó. Los pastores tenían allí a los hombres que vigilaban la marcha de los rebaños y avisaban a los demás tocando cuernos de caza, si había alguna incursión de ladrones o gente de guerra. Las familias de los pastores habitaban esos lugares en un radio de unas dos leguas. Tenían granjas aisladas, con jardines y praderas. Se reunían junto a la torre, donde guardaban los utensilios que tenían en común. A lo largo de la colina de la torre, estaban las cabañas, y algo apartado de estas había un gran cobertizo con divisiones donde habitaban las mujeres de los pastores guardianes: allí preparaban la comida. he visto que en esta noche parte de los rebaños estaban cerca de la torre, parte en el campo y el resto bajo un cobertizo cerca de la colina de los pastores.

Cuando el nacimiento de Jesucristo vi a estos tres pastores muy impresionados ante el aspecto de aquella noche tan maravillosa; por eso se quedaron alrededor de sus cabañas mirando a todos lados. Entonces vieron maravillados la luz extraordinaria sobre la Gruta del Pesebre. He visto que se pusieron en agitado movimiento los pastores que estaban junto a la torre, los cuales subieron a su mirador dirigiendo la vista hacia la gruta. Mientras los tres pastores estaba mirando hacia aquel lado del cielo, he visto descender sobre ellos una nube luminosa, de la cual noté un movimiento a medida que se acercaba. Primero vi que se dibujaban formas vagas, luego rostros, finalmente oí cánticos muy armoniosos, muy alegres, cada vez más claros. Como al principio se asustaran los pastores, se apareció un ángel ante ellos, que les dijo: «no temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría para todo el pueblo de Israel. Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Por señal os doy esta: encontrareis el Niño envuelto en pañales, echado en un pesebre». Mientras el ángel decía estas palabras el resplandor se hacía cada vez más intenso a su alrededor. Vi cinco o siete grandes figuras de ángeles muy bellos y luminosos. Llevaban en las manos una especie de banderola larga, donde se veía letras de un tamaño de un palmo y oí que alababan a Dios cantando: «Gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra para los hombres de buena voluntad».

Más tarde tuvieron la misma aparición los pastores que estaban junto a la torre. Unos ángeles también aparecieron a otro grupo de pastores, cerca de una fuente, al este de la torre, a unas tres leguas de Belén. No he visto que los pastores fueran enseguida a la Gruta del Pesebre, porque unos se encontraban a legua y media de distancia y otros a tres: los he visto, en cambio consultándose unos a otros acerca de lo que llevarían al recién nacido y preparando los regalos con toda premura. Llegaron a la Gruta del Pesebre al rayar el alba.

1 comentario:

  1. Madrugar el Señor es muy necesario. Pienso en los devotos religiosos cartujos, llegan a interrumpir su sueño de altas horas de la madrugada, para encaminarse al templo y adorar al Señor. Todos los hermanos unidos, para la contemplación, ciertamente, muy fieles a la Tradición espiritual con sus cantos gregorianos.

    ¿Qué decir de los Magos? que no eran perezosos, pues se pusieron en marcha. Cientos de kilómetros, pienso en el fuerte calor del sol, o el frío que habrán pasado en ciertos momentos, pero no se rindieron, pues en sus corazones se sentía atraído por esa llamada misteriosa. Nosotros, que somos cristianos, no es posible dejar un solo día de encontrarnos con el Señor en la iglesia, y lo tenemos en nuestra propia ciudad, no hay excusa. En aquellos tiempos los que salieron al encuentro del Señor había muchas dificultades, pero el Señor siempre les protegía de los peligros, como a aquellos Magos de Oriente.

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