miércoles, 25 de abril de 2018

25 de abril, Fiesta del Evangelista San Marcos.

Siempre es importante leer para aprender, lo que nos enseña el Magisterio de la Iglesia Católica, comprender los Evangelios, la introducción, la estructura, contenido, el marco histórico, etc. Siempre bajo la guía de la Santa Madre Iglesia Católica. Y esto podemos aprender, en ediciones cristianas católicas. Guiándonos tambien por los Santos Padres, los que más han profundizado la Sagrada Biblia, son muchos. La teología fiel a la Tradición de los Santos Apóstoles. 

Cuando meditamos atentamente las enseñanzas que nos dejan los evangelistas, que por desgracias, a muchos no descubren que la sabiduría de Cristo no es de este mundo, porque en Jesús se guarda todos los tesoros de la ciencia, sin el conocimiento del Señor, si no hay comunión con Jesús, la ciencia será una falsedad, un engaño, pero la ciencia verdadera procede de Dios. Jesús no tuvo necesidad de aprender por ningún rabino, y por eso San Marcos declara, lo que aprendió como discípulo de San Pedro:


  • Salió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. 2 Y cuando llegó el sábado comenzó a enseñar en la sinagoga, y muchos de los que le oían decían admirados:
  • —¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? (Mc 6,1-6; Mt 13,54-56)

Son  muchos los que andan confusos, pues no tienen tiempo para estudiar la Sagrada Escritura, y cuando intentan dar una explicación, lo que enseñan son insensateces, "Jesús iba al colegio como los otros niños", son barbaridades de los que hemos de huir, y rezar por ellos, es lo más que podemos hacer. Ningún rabino de su tiempo le reconocieron como discípulos de ellos. En los púlpitos son torturadores, porque dicen cualquier cosa. Pero cuando leemos con la fe, acudiendo a los verdaderos entendidos de la Sagrada Biblia, que son los Padres y doctores de la Iglesia, se nota que nos enseña sin confusión, pues les mueve el Espíritu Santo. 

Uno se acostumbra a aprender de los Santos Padres, luego oímos a "predicadores nada serio", que uno tiene que hacer gran fuerza para no salir corriendo de la Misa por las cosas terribles que llegan a convencer más de uno. Pues hace años, cuando un sacerdote salesiano, empezó a injuriar a Jesús, en la celebración de la Misa, me puse muy indignado, y fijé mi mirada en el predicado, que al verme, pareció que se había moderado un poco, dejó por ese momento, de decir falsedades. Hay tantos predicadores que están destrozando la fe de los sencillos. Y algunos de ellos, de los pobres ignorantes, creen más en las barbaridades, y no aceptan el Espíritu que el Señor nos envía. 

¿Es que les estoy juzgando a ellos? No, pues me he referido a la perversa conducta, no a su alma, no a su conciencia, sino a lo que ha querido mostrar públicamente. Y al decir esto, que comiencen a buscar al Señor, que medite bien lo que hacen, porque ya comenzó el tiempo de defender los derechos de Nuestro Señor Jesucristo.

Las malas predicaciones hacen mas daños que los alimentos tóxicos.

La reverencia, el respeto, el amor que los Santos Padres nos hablan en sus sermones, ha desaparecido en la mayoría de las parroquias. Aunque las burlas a la fe no es reciente, pues también San Agustín hablaba de los malos pastores. ¡son terroristas de la fe!, aceptan las ideas modernistas y desprecian todo cuánto procede de la Sagrada Tradición Apostólica. Y no quieren reconocerlo, pero ya llegará su tiempo, aunque ya tarde, en que aceptará sus errores ante el Tribunal de Cristo. 

Pero también es cierto, que hay otros sacerdotes que edifican con sus predicaciones, pues hablan según le sugiere el Espíritu Santo, y todo lo que procede del Espíritu Santo siempre es agradable y reconforta nuestro espíritu y fortalece nuestra fe. 


Bien, a continuación unos textos de la introducción sobre San Marcos. 







Datos de introducción del Evangelio según San Marcos, 
Sagrada Biblia de Navarra, Eunsa. 
La mayoría de los antiguos códices del Antiguo Testamento recogen el Evangelio de San Marcos en segundo lugar, después de San Mateo. Solo ocasionalmente ese lugar es ocupado por el Evangelio de San Juan, probablemente para colocar primero los evangelios escritos por los Apóstoles. La tradición patrística también suele señalar que Marcos fue el segundo en componerse, aunque algún autor antiguo (Clemente de Alejandría según recuerda Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica 6,14,5-7) dice que primero se escribieron los evangelios que contienen las genealogías, es decir, Mateo y Lucas.
La misma tradición, en cambio, es unánime al afirmar que su autor es Marcos «discípulo e intérprete de Pedro» («discípulo» se le llama en Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica, 2,15,1; «interprete», en ibídem 3,39,14-15; «discípulo e interprete», en ibídem 5,8,3). Algunos documentos antiguo apuntan que Marcos no conoció o no siguió a Jesús en su vida terrena, pero todos insisten en afirmar que Marcos reproduce con fidelidad la predicación de Pedro. El testimonio más antiguo que tenemos, el de Papías de Hierapolis (siglo II), dice así: «Marcos que fue intérprete de Pedro, puso cuidadosamente por escrito, aunque sin orden, lo que recordaba de lo que el Señor le había dicho y hecho. Porque él no había oído al Señor ni lo había seguido, sino que, como dije, [siguió] a Pedro más tarde, el cual impartía sus enseñanzas, según las necesidades y no como quien hace una composición de las sentencias del Señor, pero de suerte que Marcos en nada se equivocó al escribir algunas cosas tal como recordaba». La falta de orden a la que alude Papías parece justificar la ausencia de Marcos de muchas enseñanzas del Señor que están presente en el Evangelio de San Mateo. Sin embargo, hace hincapié en que detrás del texto de San Marcos está la predicación de Pedro. La afirmación es común a todos los testimonios de la Iglesia antigua desde la Galia, con Ireneo («Marcos, el discípulo e interprete de Pedro, nos transmitió también lo que había sido predicado por Pedro». [San Ireneo Aversus haereses 3,1,1.] ), hasta Egipto con Clemente de Alejandría (…). Escritos posteriores se repiten de manera unánime esta atribución y estas características del segundo Evangelio (…). Además, la relación de Pedro con Marcos se funda también en los textos sagrados, ya que Pedro llama a Marcos su hijo (Cfr 1P 5,13). Marcos tuvo también una estrecha relación con Pablo: aunque su primera colaboración acabó en desacuerdo (cfr. Hech 13,1-13), más tarde, el Apóstol de las gentes lo tiene como un fiel colaborador, que le sirve de consuelo y le es muy útil para el Evangelio (cfr. Flm 24; Col 4,10; 2 Tm 4,11).
Los doce últimos versículo del Evangelio (Mc 16,9-20), aunque presentan rasgos típicos del evangelista, tienen un estilo diferente. Faltan en los códices muy importantes, como el Vaticano o el Sinaítico, y el hecho ya fue notado por autores antiguos (cfr. Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica 3,10,6; San Jerónimo, Epistolae 120,3). Sin embargo, los conocen, o aluden a ellos, San Justino y San Ireneo (…), sean un añadido posterior, los versículos son inspirados y canónicos a tenor del Concilio de Trento sobre los libros sagrados (Concilio de Trento Decretos de Sacris Seripturis, [8.IV.1546] ).
En comparación con las sugerentes enseñanzas de los otros evangelios, Marcos se prestaba menos a ser comentado. Ya San Agustín apuntaba que el segundo evangelio parece que sigue y compendia al de Mateo (San Agustín De consensus evangelistarum 1.2.3-4). Tal vez por esta razón no abundan los comentarios en los Padres de la Iglesia: tenemos uno de San Jerónimo, en el que privilegia el sentido espiritual, y, mas tarde, otro de San Beda. En cambio, San Marcos ha sido valorado en la época moderna: la cercanía a las fuentes, la espontaneidad de su relato, etc., permiten descubrir en él el encanto de la figura de Jesús que tanto atrajo a los Apóstoles y a la primera generación cristiana.



Fiesta del Evangelista San Marcos
25 de Abril
Meditaciones: Hablar con Dios,
Ediciones Palabra.

·        Marcos, aunque de nombre romano, era judío de nacimiento y era conocido también con el nombre hebreo de Juan. Conoció con toda probabilidad a Jesucristo, aunque no fue de los Doce Apóstoles. Muchos autores eclesiásticos ven, en el episodio del muchacho que soltó la sábana y huyó a la hora del prendimiento de Jesús en Getsemaní, una especie de firma velada del propio Marcos a su Evangelio, ya que solo él lo relata. Este dato viene corroborado por el hecho de que Marcos era hijo de María, al parecer viuda de desahogada posición económica, en cuya casa se reunían los primeros cristianos de Jerusalén. Una antigua tradición afirma que esa era la misma casa del Cenáculo, donde el Señor celebró la Última Cena e instituyó la Sagrada Eucaristía.
·        Era primo de San Bernabé, y acompañó a San Pablo en su primer viaje apostólico y estuvo a su lado a la hora de su muerte. En Roma fue también discípulo de San Pedro. En su Evangelio expuso con fidelidad, inspirado por el Espíritu Santo, la enseñanza del Príncipe de los Apóstoles. Según una antigua tradición recogida por San Jerónimo, San Marcos -después del martirio de San Pedro y San Pablo, bajo el emperador Nerón se dirigió a Alejandría, cuya Iglesia le reconoce como su evangelizador y primer Obispo. De Alejandría, en el año 825, fueron trasladadas sus reliquias a Venecia, donde se le venera como Patrono.

   Colaborador de Pedro.

I. Desde muy joven, San Marcos fue uno de aquellos primeros cristianos de Jerusalén que vivieron en torno a la Virgen y a los Apóstoles, a los que conoció con intimidad: la madre de Marcos fue una de las primeras mujeres que ayudaron a Jesús y a los Doce con sus bienes. Marcos era, además, primo de Bernabé, una de las grandes figuras de aquella primera hora, quien le inició en la tarea de propagar el Evangelio. Acompañó a Pablo y a Bernabé en el primer viaje apostólico (Cfr. Hech 13, 5-13.); pero al llegar a Chipre, Marcos, que quizá no se sintió con fuerzas para seguir adelante, los abandonó y se volvió a Jerusalén (Cfr. Hech 13, 13). Esta falta de constancia disgustó a Pablo, hasta tal punto que, al planear el segundo viaje, Bernabé quiso llevar de nuevo a Marcos, pero Pablo se opuso por haberles abandonado en el viaje anterior. La diferencia fue tal que, a causa de Marcos, la expedición se dividió, y Pablo y Bernabé se separaron y llevaron a cabo viajes distintos.
Unos diez años más tarde, Marcos se encuentra en Roma, ayudando esta vez a Pedro, quien le llama mi hijo (1 Pdr 5, 13), señalando una íntima y antigua relación entrañable. Marcos está en calidad de intérprete del Príncipe de los Apóstoles, lo cual será una circunstancia excepcional que se reflejará en su Evangelio, escrito pocos años más tarde. Aunque San Marcos no recoge algunos de los grandes discursos del Maestro, nos ha dejado, como en compensación, la viveza en la descripción de los episodios de la vida de Jesús con sus discípulos. En sus relatos podemos acercarnos a las pequeñas ciudades de la ribera del lago de Genesaret, sentir el bullicio de sus gentes que siguen a Jesús, casi conversar con algunos de sus habitantes, contemplar los gestos admirables de Cristo, las reacciones espontáneas de los Doce...; en una palabra, asistir a la historia evangélica como si fuéramos uno más de los participantes en los episodios. Con esos relatos tan vivos el Evangelista consigue su propósito de dejar en nuestra alma el atractivo, arrollador y sereno a la vez, de Jesucristo, algo de lo que los mismos Apóstoles sentían al convivir con el Maestro. San Marcos, en efecto, nos transmite lo que San Pedro explicaba con la honda emoción que no pasa con los años, sino que se hace cada vez más profunda y consciente, más penetrante y entrañable. Se puede afirmar que el mensaje de Marcos es el espejo vivo de la predicación de San Pedro (Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, pp. 468-469.).
San Jerónimo nos dice que «Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, puso por escrito su Evangelio, a ruego de los hermanos que vivían en Roma, según lo que había oído predicar a este. Y el mismo Pedro, habiéndolo escuchado, lo aprobó con su autoridad para que fuese leído en la Iglesia» (San Jerónimo, De script. eccl). Fue sin duda la principal misión de su vida: transmitir fielmente las enseñanzas de Pedro. ¡Cuánto bien ha hecho a través de los siglos! ¡Cómo debemos agradecerle hoy el amor que puso en su trabajo y la correspondencia fiel a la inspiración del Espíritu Santo! También la fiesta que celebramos es una buena ocasión para examinar qué atención, qué amor prestamos a esa lectura diaria del Santo Evangelio, que es Palabra de Dios dirigida expresamente a cada uno de nosotros: ¡cuántas veces hemos hecho de hijo pródigo, o nos hemos servido de la oración del ciego Bartimeo –Domine, ut videam!, ¡Señor, que vea!– o de la del leproso -Domine, si vis, potes me mundare!, ¡Señor, si quieres, puedes limpiarme...!. ¡Cuántas veces hemos sentido en lo hondo del alma que Cristo nos miraba y nos invitaba a seguirle más de cerca, a romper con un hábito que nos alejaba de Él, a vivir mejor la caridad, como discípulos suyos, con esas personas que nos costaba un poco más...!

— Recomenzar siempre para llegar a ser buenos instrumentos del Señor.

II. Marcos permaneció varios años en Roma. Además de servir a Pedro, lo vemos como colaborador de Pablo en su ministerio (Cfr. Fil 24.). A aquel que no quiso que le acompañara en su segundo viaje apostólico, ahora le sirve de profundo consuelo (Col 4, 10-11), siéndole muy fiel. Todavía más tarde, hacia el año 66, el Apóstol pide a Timoteo que venga con Marcos, pues este le es muy útil para el Evangelio (2 Tim 4, 11). El incidente de Chipre, de tanta resonancia en aquellos momentos primeros, está ya completamente olvidado. Es más, Pablo y Marcos son amigos y colaboradores en aquello que es verdaderamente lo importante, la extensión del Reino de Cristo. ¡Qué ejemplo para que nosotros no formemos nunca juicios definitivos sobre las personas! ¡Qué enseñanza para saber, si fuera preciso, reconstruir una amistad que parecía rota para siempre!
La Iglesia nos lo propone hoy como modelo. Y puede ser un gran consuelo y un buen motivo de esperanza para muchos de nosotros contemplar la vida de este santo Evangelista, pues, a pesar de las propias flaquezas, podemos, como él, confiar en la gracia divina y en el cuidado de nuestra Madre la Iglesia. Las derrotas, las cobardías, pequeñas o grandes, han de servirnos para ser más humildes, para unirnos más a Jesús y sacar de Él la fortaleza que nosotros no tenemos.
Nuestras imperfecciones no nos deben alejar de Dios y de nuestra misión apostólica, aunque veamos en algún momento que no hemos correspondido del todo a las gracias del Señor, o que hemos flaqueado quizá cuando los demás esperaban firmeza... En esas y en otras circunstancias, si se dieran, no debemos sorprendernos, «pues no tiene nada de admirable que la enfermedad sea enferma, la debilidad débil y la miseria mezquina. Sin embargo -aconseja San Francisco de Sales detesta con todas tus fuerzas la ofensa que has hecho a Dios y, con valor y confianza en su misericordia, prosigue el camino de la virtud que habías abandonado» (San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, 3, 9).
Las derrotas y las cobardías tienen su importancia, y por eso acudimos al Señor y le pedimos perdón y ayuda. Pero, precisamente porque Dios confía en nosotros, debemos recomenzar cuanto antes y disponernos a ser más fieles, porque contamos con una gracia nueva. Y junto al Señor aprenderemos a sacar fruto de las propias debilidades, precisamente cuando el enemigo, que nunca descansa, pretendía desalentarnos y, con el desánimo, que abandonáramos la lucha. Jesús nos quiere suyos a pesar, si la hubo, de una historia anterior de debilidades.

— El mandato apostólico.

III. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación (Antífona de entrada. Mc 16, 15), leemos hoy en la Antífona de entrada. Es el mandato apostólico recogido por San Marcos. Y más adelante, el Evangelista, movido por el Espíritu Santo, da testimonio de que este mandato de Cristo ya se estaba cumpliendo en el momento en que escribe su Evangelio: los Apóstoles, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban (Mc 16, 20). Son las palabras finales de su Evangelio.
San Marcos fue fiel al mandato apostólico que tantas veces oiría predicar a Pedro: Id al mundo entero... Él mismo, personalmente y a través de su Evangelio, fue levadura eficaz en su tiempo, como lo debemos ser nosotros. Si ante su primera derrota no hubiera reaccionado con humildad y firmeza, quizá no tendríamos hoy el tesoro de las palabras y de los hechos de Jesús, que tantas veces hemos meditado, y muchos hombres y mujeres no habrían sabido nunca -a través de él que Jesús es el Salvador de la humanidad y de cada criatura.
La misión de Marcos, como la de los Apóstoles, los evangelizadores de todos los tiempos, y la del cristiano que es consecuente con su vocación, no debió resultar fácil, como lo prueba su martirio. Debió estar lleno de alegrías, y también de incomprensiones, fatigas y peligros, siguiendo las huellas del Señor.
Gracias a Dios, y también a esta generación que vivió junto a los Apóstoles, ha llegado hasta nosotros la fuerza y el gozo de Cristo. Pero cada generación de cristianos, cada hombre, debe recibir esa predicación del Evangelio y a su vez transmitirlo. La gracia del Señor no faltará nunca: non est abbreviata manus Domini (Is 59, 1), el poder de Dios no ha disminuido. «El cristiano sabe que Dios hace milagros: que los realizó hace siglos, que los continuó haciendo después y que los sigue haciendo ahora» (San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 50). Nosotros, cada cristiano, con la ayuda del Señor, haremos esos milagros en las almas de nuestros parientes, amigos y conocidos, si permanecemos unidos a Cristo mediante la oración.

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