domingo, 3 de diciembre de 2017

Beata María Encarnación (Vicenta) Rosal - Beato Rafael Khylinski. Diciembre día 3


Beata María Encarnación (Vicenta) Rosal (1820‑1886),



Santos Franciscanos para cada día
Fray Giulano Ferrini OFM
Fr. José Guillermo Ramírez OFM
Edizioni Porciuncula
1ª edición julio 2000
Reimpresión 2001


Diciembre, día 3: 

Reformadora de las Hermanas Betlemitas. 
Beatificada por Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997.
(Su fiesta, octubre 27).


Vicenta, nacida en Quetzaltenango, Guatemala, el 26 de octubre de 1820, en un hogar cristiano, creció en un ambiente de fe. A los 15 años ingresó en el Beaterio de Belén, en la ciudad de Guatemala, institución que estaba bajo la jurisdicción de los padres Betlemitas, fundados por el Beato Pedro de Betancour. El 16 de julio recibe el hábito de manos del último padre Betlemita, Fray José de San Martín, y toma el nombre de María Encarnación del Sagrado Corazón. Insatisfecha con la vida en el Beaterio, pasa al convento de las “Catalinas”, para retornar luego a su “Belén”, donde es elegida Priora; trata de reformarlo, pero al no lograrlo decide fundar otro donde se vivan las Constituciones que ella había redactado y que habían sido aprobadas por el Obispo. Lo logra en Quetzaltenango, su tierra natal. Su vida y obra logra conservar el carisma del fundador, Beato Pedro de Betancour. “A la luz de la encarnación, de la Navidad y de la muerte del Redentor”, la Congregación vive el espíritu de reparación de los Dolores del Sagrado Corazón de Jesús, dedica el 25 de cada mes a la adoración reparadora. El ansia por la gloria d      e Dios y la salvación de los hombres la lleva a “servir con solicitud al hermano necesitado” y a dar “impulso a la educación de la niñez y de la juventud en los colegios, escuelas y hogares para niñas pobres” como también a “dedicarse a otras obras de promoción y asistencia social”.


La Madre Encarnación funda casas también en Colombia y Ecuador, y sufre el destierro que le imponen las autoridades Guatemaltecas, muere en el Ecuador, el 24 de agosto de 1886. Su instituto trabaja actualmente en 13 países. (Su fiesta se celebra el 27 de octubre).


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Diciembre día 3:

Beato Rafael Khylinski, (1694-1741)
sacerdote de la I Orden.
Beatificado por Juan Pablo II el 9 de junio de 1991, en Cracovia.


Melchor Khylinski, nació en Wysocko , cerca de Poznam, en Polonia, el 8 de enero de 1694. Educado cristianamente por sus padres, estudió en Poznam y terminados los estudios, en 1712 se enroló en el ejército, donde alcanzó el grado de oficial y se le ofrecía un brillante futuro. En 1715 ingresó a la Orden de los Menores Conventuales en el convento de Cracovia y tomó el nombre de Rafael. Ordenado sacerdote en 1717 se entregó totalmente al ministerio en la predicación catequística y moral, la administración de los sacramentos y la atención a los pobres y enfermos en los lugares a donde lo destinó la obediencia, principalmente en Lagiewniki, cerca de Lodz de 1728 a 1736, y de 1738 a 1741. Se sometía a duras penitencias para expiar los pecados del mundo.


Celebraba devotamente la Liturgia, sobre todo la Eucaristía, cultivaba un ardiente amor a Dios que luego irradiaba en la práctica de su vida. Tenía una ardiente devoción a la Santísima Virgen, cuya presencia espiritual continua percibía vivamente, rezaba a diario el oficio de la Santísima Virgen. Unía al amor de Dios la caridad fraterna en el servicio a los enfermos. Se ingeniaba mil formas de ayudar a los pobres más necesitados, proporcionándoles alimento y vestido a familias enteras, recogiendo fondos para pagar medicinas y arriendo a personas en situación desesperada. 

En 1736 fue trasladado a Cracovia, donde reinaba una atroz peste y en su afán de atender a los enfermos no se ahorraba fatiga. Igual seervicio prestó en Lagiewniki, a donde fue trasladado. Durante la peste se prodigó sin medida, visitando a cada enfermo, prestándoles ayuda y preparándolos para la muerte. Postrado ya en cama, al agravarse su debilidad corporal, dio muestras de una especial paciencia cristiana al sobrellevar generosamente los grandes dolores y enfermedades. Finalmente entregó su alma a Dios en Lagiewniki, el 2 de diciembre de 1741. a los 46 años de edad.

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Diciembre, día 3





Beato Rafael Chylinski (1694-1741)

Textos de L'Osservatore Romano


Rafael Chylinski (en el siglo, Melchor), religioso profeso, franciscano conventual, sacerdote, nació de familia noble en Wisoczka (Poznan, Polonia) el 6 de enero de 1694. Al terminar los estudios en el colegio de los jesuitas de Poznan, hizo durante tres años el servicio militar, llegando al grado de oficial. Luego ingresó en la Orden de los Franciscanos Conventuales de Cracovia, en la que quiso ser hermano laico. Aceptado por voluntad de los superiores como clérigo, hizo un curso abreviado de filosofía y teología a causa de la peste (1708), que provocó la muerte del cincuenta por ciento de los frailes de la provincia conventual polaca. Recibió la ordenación sacerdotal en 1717. Trabajó en diversas casas religiosas como confesor y predicador y se cuidó de los pobres. Sus predicaciones sencillas contrastaban con el estilo barroco vigente, y tenían gran eficacia pastoral. Pasaba horas enteras en el confesonario. Llevó una vida de mortificación y abnegación. Murió el 2 de diciembre de 1741, a los 47 años, en Lagiewniki, cerca de Lódz, donde reposa su cuerpo. Lo beatificó Juan Pablo II el 9 de junio de 1991, estableciendo que su fiesta se celebre el 2 de diciembre.

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De la homilía de Juan Pablo II en la misa de beatificación (Varsovia, 9-VI-1991)

Durante esta santa misa ha sido proclamado beato un franciscano conventual, el padre Rafael Chylinski. Era hombre de mucha oración y, a la vez, de gran corazón para con los pobres. Cuando en 1736 se difundió la epidemia en Cracovia, se entregó completamente a los enfermos y realizó todo tipo de servicios sin preocuparse por su propia seguridad. Con celo servía a los pobres, a los enfermos y a los contagiados por la epidemia, a todos los que llegaban a su convento en Lagiewniki, actualmente barriada de la ciudad de Lódz. Muchas veces, no teniendo nada que darles, les ofrecía su propia porción de pan y su manto. Poco después de su muerte comenzó el proceso de beatificación, que se interrumpió a causa de la repartición de Polonia. El hecho de que durante un período tan largo no muriera el recuerdo de su santidad, es el testimonio de que Dios esperaba expresamente que su siervo fuera proclamado beato en la Polonia libre. Que el beato Rafael nos recuerde que cada uno de nosotros, aunque sea pecador, ha sido llamado al amor y a la santidad.

He reflexionado mucho leyendo su biografía. Su vida está ligada a la época de los sajones; sabemos que eran tiempos tristes, no sólo a causa de la historia política de la I República, sino también de la moralidad social. No quiero recordar aquí los refranes, que aún hoy se pueden oír, acerca de esos tiempos. Fueron tiempos tristes, de desconfianza ilimitada de las personas, de total despreocupación y de consumismo extendido a un estamento social. Y en este escenario aparece un hombre salido precisamente de ese estamento. Es verdad que no es un gran magnate, pues no pertenece a la alta nobleza; pero posee todos los derechos sociales y políticos. Por lo que hizo y por la vocación que eligió, este hombre llegó a ser, y quizá lo es aún, protesta y expiación. Más que protesta, expiación por todo lo que llevaba a Polonia a la ruina. A veces, mientras medito sobre la vida de este beato, me viene a la mente Tadeusz Rejtan. Es verdad que el padre Rafael murió antes de la primera repartición de Polonia, en 1741. Tadeusz Rejtan, como es sabido, llevó a cabo su obra tras la repartición, durante una sesión de la Dieta que la aprobó. Precisamente en esa época Rejtan bloqueó con su propio cuerpo la puerta para no dejar pasar a los parlamentarios polacos del siglo XVIII y los instó: «¡No se puede! ¡Si queréis salir de aquí con esta decisión, con esta ley, debéis pasar sobre mi cadáver!». El padre Rafael no fue nunca diputado ni parlamentario. Escogió la vocación de hijo pobre de san Francisco. Pero su testimonio es muy parecido. Su vida escondida en Cristo era una protesta contra la conciencia, la actitud y el comportamiento autodestructivos de la nobleza de esa época sajona, cuyo fin conocemos. Pero ¿por qué la Providencia nos lo recuerda hoy? ¿Por qué ha madurado este proceso sólo ahora, a través de todos los signos de la tierra y del cielo, y podemos proclamar beato al padre Rafael? Tratad de responder a esta pregunta. Tratemos de responder a esta pregunta. La Iglesia no tiene recetas preparadas. El Papa no quiere sugeriros ninguna interpretación; pero reflexionemos todos juntos, los 35 millones de polacos, acerca de la elocuencia de esta beatificación precisamente en el año del Señor de 1991.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 19-VII-91]


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