miércoles, 6 de diciembre de 2017

Venerable Ana María Fiorelli Lapini. Diciembre, día 6

Venerable Ana María Fiorelli Lapini. 




Santos Franciscanos para cada día
Fray Giulano Ferrini OFM
Fr. José Guillermo Ramírez OFM
Edizioni Porciuncula
1ª edición julio 2000
Reimpresión 2001

Diciembre, día 6:

Venerable Ana María Fiorelli Lapini. 
Viuda de la Tercera Orden Regular (1806‑1860). 
Fundadora de las Hermanas Franciscanas Estigmatinas.


Ana María nació en Florencia, quinta de 11 hijos, el 27 de mayo de 1809, hija del barbero José Fiorelli y de Rosalinda Pecorai. No habiendo podido ingresar en una comunidad religiosa porque su pobreza no le permitía reunir la dote necesaria, el 18 de febrero de 1833 se unió en matrimonio con Juan Lapini, amigo de familia y compañero de infancia. La unión no fue feliz, y Ana tuvo que sufrir por la vida disoluta del hombre, holgazán, jugador, frecuentador de cantinas y blasfemo.

Cuando Juan, después de haberse convertido, murió en 1842, ella, que tenía 35 años, se retiró a un modesto barrio fuera de la puerta de San Miniato para vivir en pobreza. El 17 de mayo de 1850, en la “Fantina”, una villa que le dieron los Scolopi, junto con otras seis compañeras, delante del altar y de un fraile franciscano de Monte alle Croci, se descalzó, cambió los vestidos seculares, se hizo cortar la larga cabellera y tomó el hábito franciscano, con el nombre de Sor Ana de las Sagradas Llagas. Nacía así el Instituto de las “Pobres Hijas de las Sagradas Llagas (Estigmas) de San Francisco de Asís”, llamadas Estigmatinas, para la educación de la juventud. La Congregación, aprobada por la Santa Sede en forma provisional el 25 de julio de 1855 y en forma definitiva el 19 de septiembre de 1888, se extendió rápidamente. Sor Ana hizo su profesión religiosa solemne en 1855 y cinco años después, el 15 de abril de 1860, murió en el retiro mayor del Instituto llamado de Santa María della Neve en el Pórtico de Florencia, donde recibió sepultura.

La vida de la Venerable Ana María Fiorelli Lapini estuvo llena de numerosas experiencias: de joven temerosa de Dios, prometida, esposa desdichada que ofreció la vida matrimonial como ofrenda por la conversión de su esposo, luego viuda piadosa consagrada a Dios en la Orden franciscana Seglar, finalmente fundadora de un Instituto Franciscano Regular. Una mujer fuerte, una madre que supo engendrar espiritualmente muchas hijas para la Iglesia. Decidida a dedicarse a Dios y al prójimo, no fue aceptada en ningún instituto, porque no tenía la dote. Se empeña entonces en fundar uno donde no sea necesaria la dote, poniendo inmediatamente las bases franciscanas para una nueva familia religiosa. Comienza en la pobreza, en la espiritualidad franciscana: pidiendo limosna para hacer el bien a los demás, en el empeño de oración y de trabajo, con ideas claras: “Sin amor por el prójimo, no es posible hacerse la ilusión de amar a Dios”.

Sus características principales son estas: la cruz y el sufrimiento; espíritu franciscano de pobreza; vida de oración; educación de la juventud y asistencia a los enfermos; vida contemplativa que debe encontrar expresión en el servicio a los hermanos necesitados. En 1985 el instituto tenía 1300 hermanas, con 125 casas en Italia, Brasil, Ecuador, y España.



1 comentario:

  1. Amar a Dios sobre todas las cosas, es el mandamiento más importante, amar a Dios significa estar pendiente de su Santísima Voluntad, sus mandamientos, preceptos, y lo que también nos lleva a amar al hermano, y al prójimo, para que se convierta también en nuestro hermano por el sacramento del Bautismo y la misma fe.

    Amar al prójimo es insistir, si está de nuestra mano, en ayudarle a que viva conforme a los intereses de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Purificar nuestros intereses con los mismos de Jesucristo.

    Intereses humanos sería "amo al prójimo, pero no insisto tanto en Dios, sino en sus deseos humanos, diversiones, juegos, bailes, conductas paganas y ateas". No, esto no sería amar al prójimo, sino servirse de él y empujarle lejos de Cristo, y si el prójimo permite tal cosa, se hunde cada vez más en sus propias miserias.

    “¿Tú quieres pertenecer a una fe que no es de la Iglesia Católica? Puedes hacerlo”. Pensar algo así, es no haber amado a Dios de ninguna manera, pero sí al prójimo, ¿Puede amar el adversario mal intencionado?”, en el mal no hay ningún amor. Y miente si dice que ama al prójimo, para más adelante atormentarle por toda la eternidad.

    El amor al prójimo lo alimentamos en nuestra vida a partir de nuestro amor a Dios, que nuestro corazón se purifica. Pues el amor de Dios se extiende al prójimo por nosotros, pero sin Dios no es posible esa realidad. Lo que nos ayuda es alimentar nuestra fe, la Eucaristía, la oración perseverante, el mantener nuestros pensamientos ocupados en los intereses de Nuestro Señor Jesucristo, perfeccionar nuestra vocación, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, las buenas obras con quiénes lo necesitan, siempre mostrando a Cristo Jesús.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

San Antonio de Padua, «La Palabra tiene fuerza cuando va acompañado de las buenas obras»

Muchas personas devotas de la Familia Franciscana, encuentran su alegría, al menos en pertenecer en la TOF: [Tercera Orden Franciscana] ...