jueves, 5 de abril de 2018

«Jesús se aparece a los discípulos» (Lc 24,36-49)


Jesús se aparece a los discípulos (Lc 24,36-49)

36 Mientras ellos estaban hablando de estas cosas, Jesús se puso en medio y les dijo:
-La paz esté con vosotros.
37 Se llenaron de espanto y de miedo, pensando que veían un espíritu.
38 Y les dijo:
 -¿Por qué os asustáis, y por qué admitís esos pensamientos en vuestros corazones?
39 Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
40 Y dicho esto, les mostró las manos y los pies.
41 Como no acababan de creer por la alegría y estaban llenos de admiración, les dijo: -¿Tenéis aquí algo que comer?
42 Entonces ellos le ofrecieron un trozo de pez asado.
43 Y lo tomó y se lo comió delante de ellos.
44 Y les dijo: -Esto es lo que os decía cuando aún estaba con vosotros: es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.
45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras.
46 Y les dijo: -Así está escrito: que el Cristo tiene que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, 47 y que se predique en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las gentes, comenzando desde Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de estas cosas.
49 Y sabed que yo os envío al que mi Padre ha prometido. Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto.

·        En la narración de las apariciones parece percibirse la pedagogía de Jesús para enseñar a sus discípulos los pormenores de la resurrección. una vez que éstos se han convencido de la Resurrección (24,34), les muestra que no es un simple espíritu (v.37) sino que tiene carne (vv. 39.41-43) y que es el mismo que murió en la cruz (vv. 39.40): «Yo, por mi parte, sé muy bien y pongo mi fe que, después de su resurrección, permaneció el Señor en su carne. Y así, cuando se presentó a Pedro y a sus compañeros, les dijo: Tocadme, palpadme y comprender que no soy un espíritu incorpóreo. Y el punto le tocaron y creyeron, quedando persuadidos de su carne y de su Espíritu (…). Es más, después de su resurrección comió y bebió con ellos, como hombre de carne que era, si bien espiritualmente estaba hecho una cosa con su Padre, (San Ignacio de Antioquía, Smyrnæos 3,1-3)
·        Tras las muestras de su identidad, y antes de volver junto al Padre, Jesús confía la misión a sus discípulos. En las últimas palabras del Señor se compendia todo lo que San Lucas desarrollara después en el libro de los Hechos de los Apóstoles: está en el designio de Dios la predicación del misterio de Cristo (vv. 46-47), del que aquellos han sido testigos (v. 48), para la salvación universal (v. 47) porque allí culmina el «éxodo» de Jesús (cfr. 9,31) y allí comienza la misión del Espíritu Santo (V. 49). Si Galilea era la tierra de las promesas (24,6), Jerusalén es la del cumplimiento.

Sagrada Biblia Didajé (Conferencia Episcopal Española):
·        La aparición de Cristo a sus discípulos en el cenáculo aportó nuevas pruebas de su resurrección. Él le mostró las cicatrices de su pasión e incluso comió delante de ellos. Él no era solamente espíritu, sino que tenía cuerpo material, aunque fuera glorificado. Este testimonio rechaza cualquier conjetura de que su aspecto era ilusorio o metafórico y también nos instruye la naturaleza de nuestros propios cuerpos resucitado [#644-645, #999-1000, #2605).

Reflexión:
María de Magdala, luego los discípulos de Emaús, entre otros que se irían presentando ante los Apóstoles, ¡Jesús ha resucitado!, ¡es verdad, lo hemos visto, y hemos hablado con Él y nos ha dado instrucciones para vosotros!, y se sorprendían, se maravillaban. Había llegado el momento, en que Jesús se presentase ante ellos, y con las puertas cerradas,  
Los Apóstoles, que de pronto ante ellos se aparece Jesús, se espantaron mucho, pero cuando ya escuchaban a Jesús, se llenaban de inmensa alegría.

Antes de la aparición de Jesús, todos ellos, estaban terriblemente tristes, Y es que la rabia de los enemigos de Cristo, esa rabia contra Jesucristo le afectaron mucho a los pobrecitos apóstoles, pasaron malos momentos, y ver como hacían el máximo daño a Jesús, y muerte de cruz. Ese miedo le duró mucho tiempo, hasta que Jesús con su aparición, les estaba tranquilizando. «La paz esté con vosotros». Y es que la paz auténtica solamente nos la puede ofrecer el Señor, Dice San Beda el Venerable, que Jesús desde su nacimiento ya nos trajo la paz.
·        «Además, debemos ver que al aparecerse el Salvador a sus discípulos, al momento les da los gozos de la paz repitiendo, una vez celebrada la gloria de la inmortalidad, lo mismo que les había ofrecido cuando estaba a punto de ir al sufrimiento de la muerte, como una prenda especial de vida y de salvación, diciendo: «La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 14,27). Este mismo don anunciaron los ángeles, mientras alababan a Dios, cuando apenas nacido le vieron los pastores y decían: «Gloria en las alturas a Dios y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,14). Pues ciertamente toda la riqueza del plan de nuestro Redentor llevado a cabo en su carne es para la reconciliación del mundo. Para esto se encarnó, para esto sufrió y resucitó de entre los muertos, para llevarnos mediante la reconciliación a la paz de Dios a nosotros, que pecando habíamos caído en la ira de Dios. Por eso, rectamente el profeta le llama «Padre del mundo que ha de venir», «Príncipe de la paz» (Is 9,6). Y el Apóstol escribiendo de Él a los gentiles que creían, dice: «Y viniendo os evangelizo la paz a vosotros, los de lejos y la paz a los de cerca, ya que gracias a Él unos y otros tenemos acceso al Padre en un único Espíritu» (Ef 2,17-18) [Beda, Homilías sobre los Evangelios, 2,9]. (La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia, Nuevo Testamento, 3, Evangelio según San Lucas. Ed. Ciudad Nueva)

Nosotros, cuando estamos inquieto, sin saber claramente las causas, una nube que se nos pone en nuestra mente, en nuestro corazón, que nos perturba, en el momento que aumentamos la intensidad de nuestra oración, pidiendo ayuda al Señor, recuperamos la paz. Y puede ser que esa perturbación nos pueda durar todo el día o varios días, porque el tentador nos empuja a la desesperación, cosa que no hacemos caso cuando nos dedicamos a la oración y al recogimiento, poniendo orden toda nuestra vida. Y el Señor se presenta en nuestra vida. Pues no nos apartamos de Él, y las inquietudes o perturbaciones del corazón vuelve a serenarse. Pues el Señor nunca abandona a nadie que le busque con sincero corazón, el alma que debe excluir las exigencias, pues es más valioso estar en conformidad con la Voluntad de Dios,

Para no perder esta paz que el Señor ya nos ofrece, su amistad, su amor para con nosotros, no debemos someternos a las exigencias de este mundo. El tentador busca por donde arrojarnos sus dardos maliciosos. Acordémonos de la oración del Padre nuestro, que debemos orar con serenidad de corazón y comprender, que el Señor no nos va a dejar caer en la tentación, y si caemos, es que nos hemos descuidado, pero hemos de estar siempre vigilantes.

La paz del Señor también nos atrajo hacia Él, cuando estábamos lejos y perdidos, pero quiso el Señor mostrar su compasión con nosotros, dándonos la paz y la salvación, comenzando por el sacramento del bautismo, nos hemos hechos hijos de Dios. Y somos hijos en el Hijo de Dios. 

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