Beata Ana Catalina Emmerick
Parte IV, Tomo II
Según las anotaciones de Clemente Brentano
Bernardo E. Overbeg y Guillermo Wesener
Ciudadelalibros 2012
49. Los pastores
acuden con sus presentes
25 de noviembre.
A la caída de la tarde los tres pastores jefes se dirigieron
a la Gruta del Pesebre con regalos, consistentes en animalitos parecido a los
corzos. Si eran cabritos, eran muy distinto de los de nuestro país, graciosos y
ligeros al correr. Los pastores los llevaban atados con delgados cordeles.
Traían sobre los hombros aves que habían matado, y bajo el brazo otras, vivas,
de mayor tamaño. Al llegar llamaron tímidamente a la puerta de la Gruta y San
José les salió al encuentro. Ellos repitieron lo que les habían anunciado los
ángeles y dijeron que deseaban rendir homenaje al Niño de la Promesa y
ofrecerle sus pobres obsequios. José aceptó sus regalos con humilde gratitud y
los llevó junto a la Virgen, que se hallaba sentada cerca del pesebre, con el
Niño Jesús en sus rodillas. Los tres pastores se hincaron con toda humildad,
permaneciendo mucho rato en silencio, como absortos en una alegría indecible. Cantaron luego un cántico que habían oído a
los ángeles y un salmo que no recuerdo. Cuando estaban por irse, María les
dio al Niño que ellos tomaron en sus brazos, unos después de otro, y llorando
de emoción lo devolvieron a María, y se retiraron.
Lunes, 26 de noviembre.
Por la noche vinieron de la torre de los pastores, a cuatro
leguas del pesebre, otros pastores con sus mujeres y sus niños. Traían pájaros,
huevos, miel, madejas de hilo de diversos colores, pequeños atados que parecían
de seda cruda y ramas de una planta parecida al junco. Esta planta tiene unas
espigas llenas de semillas gruesas. Después de entregar estos regalos a San
José, se acercaron humildemente al pesebre, al lado del cual se hallaba María
sentada. Saludaron a la Madre y al Niño; de rodillas cantaron hermosos salmos,
el Glori in excelsis de los ángeles y
algunos otros más breves. Yo cantaba con ellos. Cantaban varias voces y yo hice
una vez la voz alta:
- «¡Oh Niñito bermejo como la rosa, pareces semejante a un mensajero de la paz!».
Cuando se despidieron, se inclinaron ante el pesebre, como
si besara al Niño.
Hoy he vuelto a ver a los tres pastores, ayudando a San
José, uno después de otro, a disponer todo con mayor comodidad en la Gruta del
Pesebre, en las cavernas laterales. He visto también junto a la Virgen varias
piadosas mujeres que la ayudaban en diversos servicios. Eran esenias que
habitaban no lejos de la gruta en una angostura situada al oriente. Estas
mujeres vivían en una especie de casas abiertas en la roca, a considerable
altura de la colina. Tenían jardincitos cerca de sus casas y se ocupaban en
instruir a los niños de los esenios. San José las había hecho venir porque
desde su niñez conocía esta asociación. Cuando huía de sus hermanos se había
refugiado varias veces con esas piadosas mujeres en la Gruta del Pesebre. Éstas
se acercaban una tras otra a María, trayendo provisiones, y atendían los
quehaceres de la Sagrada Familia.
Martes,
27 de noviembre. – Hoy he visto una escena conmovedora: José y María se
hallaban junto al pesebre, contemplando con profunda ternura al Niño Jesús. De
pronto el asno se echó también de rodillas, y agachó la cabeza hasta la tierra
en acto de adoración. María y José lloraban emocionados. Por la noche llegó un
mensaje de Santa Ana. Un anciano llegó de Nazaret con una viuda parienta de
Ana, a la cual servía. Traían diversos objetos para María.
Al ver al Niño se conmovieron extraordinariamente: el viejo
derramaba lágrimas de alegría. Volvió a ponerse en camino llevando noticias de
lo visto a Ana, mientras que la viuda se quedó para servir a María.
Miércoles, 29 de
noviembre.
Hoy he visto que la Virgen con el Niño Jesús, acompañada de
la criada de Ana, salieron de la Gruta del Pesebre durante algunas horas. María
se refugió en la gruta lateral, donde había brotado la fuente después del
nacimiento de Jesucristo. Pasó unas cuatro horas en esa gruta, de la cual
habría de estar más tarde dos días enteros. José había estado arreglándola
desde la mañana para que pudiera estar allí con más comodidad. Se refugiaron en
esa gruta por inspiración interior, pues habían venido personas de Belén a ver
la Gruta del Pesebre, y creo que eran emisarios de Herodes. A consecuencia de
las conversaciones de los pastores había corrido la voz de que algo milagroso
había sucedido allí al tener lugar el nacimiento del Niño. Vi a esos hombres
hablando con José, a quien hallaron con los pastores delante de la Gruta del
Pesebre, y luego se fueron, riéndose y burlándose, cuando vieron la pobreza del
lugar y la simplicidad de las personas. María después de haberse quedado cuatro
horas oculta en la gruta lateral, volvió a la del pesebre con el Niño Jesús.
En la Gruta del Pesebre reina una amable tranquilidad, pues
nadie viene hasta este lugar y solo los pastores están en comunión con ella. En
Belén nadie se ocupa de lo que pasa en la gruta, pues hay mucha gente, pues hay
mucha gente, agitación y movimiento por razón de los forasteros. Se venden y
matan muchos animales porque algunos forasteros pagan sus impuestos con ganado.
Veo también paganos como criados y servidores.
Por la mañana el dueño de la última posada a donde se habían
alojado José y María para pasar la noche, envió un criado a la Gruta del
Pesebre con varios regalos. Él mismo llegó más tarde para rendir homenaje al
Niño Jesús.
La noticia de la aparición del ángel a los pastores del
valle en el momento del nacimiento de Jesús, fue causa de que todos los
pastores y gentes del valle oyeran hablar del maravilloso Niño de la Promesa.
Todos ellos acuden para honrarlo.
Viernes, 30 de
noviembre. – Hoy mismo varios pastores y otras buenas personas llegaron a
la Gruta del Pesebre y honraron al Niño con mucha devoción. Llevaban trajes de
fiesta porque iban a Belén para la solemnidad del sábado. Entre estos
visitantes vi a aquella mujer que el 20 de noviembre había compensado la
grosería de su marido con la Santa Familia, ofreciéndole hospitalidad. Hubiera
podido ir más fácilmente a Jerusalén, porque está más cerca, para la fiesta del
sábado, pero quiso dar u rodeo más largo para ir a Belén y ver al Niño Santo y
a sus padres. Después se sintió muy feliz por haberles ofrecido esta prueba de
su afecto. Por la tarde vi a un pariente de José de cuya casa la Sagrada
Familia había pasado la noche del 22 de noviembre: ahora venía al Pesebre para ver
y saludad al Niño. Este hombre era el padre de Jonadab, quien, en la hora de la
crucifixión, llevó a Jesús un lienzo para que se cubriera con él. Supo que José
había pasado cerca de su casa y había oído hablar de los hechos maravillosos
que acontecieron en el nacimiento del Niño, y teniendo que ir a Belén para el
sábado, llegó hasta la gruta con algunos regalos. Saludó a María y rindió
homenaje al Niño. José lo recibió amistosamente; pero o quiso aceptar de él
nada, y sólo pidió prestado algún dinero dándole en garantía la borriquilla,
condición de recuperarla al devolverle el dinero. José necesitaba el dinero
para emplearlo en los regalos que debía hacer en la ceremonia de la
circuncisión y en la comida que habría de ofrecer.